Martín Prieto
Simonía
En mesa redonda almorzábamos con la Reina Sofía, el dibujante Máximo Sanjuán y el compositor Carmelo Bernaola. Como nos dieron chuletones y a ella la sirvieron un pescado hervido con ensalada, la hicimos, cortesanos y fariseos, desmedidos elogios sobre la dieta vegetariana. Nos miró asombrada: «No soy vegetariana; me encanta la carne. Cuando murió mi padre, el rey Pablo, hice promesa de esta abstinencia para recordarle siempre en la mesa». Terminado el ágape nos remató fumándose un largo cigarrillo griego ante la ansiedad de los viciosos que no nos atrevíamos. «¿No ven que yo lo hago? Claro que pueden fumar». Se nos desmoronó agradablemente la imagen prefabricada de una Reina de sangre alemana, protocolaria y rígida. Nunca me he asociado ni a un club de fútbol, pero no descarto que de mayor me afilie al Partido Animalista aun sabiendo que seré extraparlamentario de por vida, pero la prohibición de los toros en Cataluña me pareció hipócrita, un espejismo para buenistas, la escenificación de un basto antiespañolismo como esos turistas convencidos de que todos somos toreros y ellas van siempre vestidas de flamencas con una navaja en la liga. El sufrimiento de los toros se les da un ardite. Pero como nada es lo que parece siempre sospeché que tras el cierre de La Monumental de Barcelona aparecía la trastienda de una operación urbanística. Ha sido así, pero adobado con la abominable simonía que escandalizará a Unió Democrática, socios democratacristianos de Convergencia. Cuando gobernaba su marido, Marta Ferrusola de Pujol, afirma que el problema lingüístico de Cataluña no era el español sino el árabe. No descaminaba la dona porque la emigración musulmana en Cataluña se ha encastrado y organizado mejor que en el resto de España, y pueden ofrecer cien mil votos secesionistas a cambio de la tercera mezquita del mundo tras La Meca y Medina, negocio político-religioso-inmobiliario y foco de atención de los muslimes que avisan de su intención de regresar a casa. Se lee en una sura del Corán: «Allá de donde os hayan echado, volved y matadlos a todos». Y Andalusí comprendía a Cataluña. Simón el mago quiso comprar al apóstol Pedro su capacidad para obrar milagros, instituyendo un pecado nefando merecedor de excomunión. ¿Quién está cometiendo simonía mercadeando con la religión: Convergencia i Unió o el emir de Qatar? Los dos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar