Alfonso Merlos

Sin careta, sin vergüenza

Detenidos. Perseguidos. Señalados como delincuentes. O mejor, como vulgares chorizos que en su fariseísmo se han quedado con el dinero de los más débiles. Estamos ante la caída de una banda de facinerosos que, si los tribunales hacen lo que tienen que hacer, más pronto que tarde deberían dar con sus huesos en la cárcel y devolver todo cuanto han expoliado.

Aquí no hay trampa ni cartón. Se ha ido a por unos golfos. A por lo mas bajó del sindicalismo. Porque estas élites entregadas presuntamente al atraco están minando la confianza de los españoles en los verdaderos defensores de los derechos de los trabajadores; o sea, en delegados sindicales honrados que, siguiendo estelas como la dejada por Marcelino Camacho, se aplican en la proclamación de lo justo y pelean por ello.

Pero esto es otra cosa. Es simplemente buscar pantallas, sociedades, mecanismos y artilugios, chiringuitos instrumentales para llevárselo muerto a costa del sudor de los españoles de infantería. Es así. Y hay que decirlo con énfasis. Los aparatos de UGT y de CC OO se están comportando como auténticos sinvergüenzas ante este escándalo que incluyen una vastísima operación de la Guardia Civil

Primero, porque están minimizando unos hechos de estratosférica gravedad, nunca antes conocida en la joven historia de nuestra democracia. Segundo, porque a personajes absolutamente menores como Toxo y Méndez les faltan gallardía, cuajo y principios para desatar una caza al malhechor dentro de sus desprestigiadas organizaciones. Una sociedad está definitivamente condenada cuando la honradez menudea y la corrupción es recompensada. Y si hay algo que tenemos claro los ciudadanos mayoritariamente es que estos Dionis de puño en alto, de hoz y martillo, deben pagar por sus asilvestradas fechorías.