Alfonso Ussía

Sin insultos ni violencia

La Razón
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Se disponían a comer, en una mesa esquinada y preventiva, Iglesias Turrión, la novia, y dos chicas más del harén podemita. En la mesa contigua se sentaban los miembros de su servicio de seguridad. Un restaurante de Madrid del que no tengo intención de hacerle propaganda. Un grupo de ciudadanos venezolanos exiliados, o huidos del régimen ladrón y criminal de Maduro, reconocieron la coleta de Iglesias y el perfil de la portavoz-compañera. Y sin insultar, sin violencia, con voces más cercanas a la emoción que al odio, se dirigieron al sublime mentiroso. «Los venezolanos nos morimos de hambre. Venezuela se está muriendo de hambre. Que lo sepáis, asesores de Maduro».

Actuó de inmediato el servicio de seguridad. La novia-portavoz, como mujer, volvió su rostro y miró a los ojos del exiliado venezolano. Iglesias no se dignó a mirar a quien le dirigía la palabra. No lo sé. Displicencia, desprecio, altanería o simplemente cobardía. Iglesias es un cobarde. Unas mujeres venezolanas lloraban. Tampoco se dirigió a ellas. Los defensores de los cobardes de Alsasua, los defensores del cobarde y violento escrache y acoso a Rosa Díez, los defensores de los sicarios de Maduro que han asesinado en cuarenta días a más de cien venezolanos, no pueden comportarse con entereza y valor cuando les recuerdan sus fechorías. No hubo insultos. Ni gritos amenazadores. Eso sí, les llamaron «asesores de Maduro», que en el caso del zaguanete que comía en la terraza no puede considerarse insulto, por lo han sido, lo son y lo serán. A cambio de la asesoría, millones de euros de recompensa.

Lo dijo la prometida-portavoz cuando Rosa Díez o Cristina Cifuentes sufrieron la violencia de los escraches morados. «Un escrache no es acoso. Es informar a los diputados para que dejen de violar los Derechos Humanos». Ella, que al igual que su novio y timonel, son ahora diputados no quieren dejarse informar. No desean saber que su política ha dilapidado todas las reservas y recursos de uno de los países más ricos del mundo. No desean que les recuerden que su amigo y protector venezolano ha asesinado a un centenar de venezolanos que sólo piden libertad y democracia. No quieren reconocer que ellos están con los que asesinan y no con los asesinados. ¿Acaso no viola el régimen comunista y bolivariano los Derechos Humanos? Ese grupo de desterrados de Venezuela, muy educadamente, sin histerismos, ni puños cerrados, ni violencia crecida en años de rencor y envidia, les recordó todo eso. Y el valiente timonel de la nave morada, no se atrevió a mirar a quienes le responsabilizaban del hambre de Venezuela, de la ruina de Venezuela, de las muertes en Venezuela. Días atrás, la peor persona de los que mandan en Podemos, el siniestro Monedero, se reía del suicidio de Blesa y obviaba la realidad de sangre en las calles de las ciudades venezolanas.

Cada día que pasa hay más venezolanos en España. Y los venezolanos –lo están demostrando–, son más valientes que los españoles, a un paso de convertirnos en corderos. Y ya pueden ir acostumbrándose a oír muchas cosas. El venezolano que por salvar su futuro y el de los suyos ha escapado de Venezuela, no se va a callar cuando descubra a un sicario de Podemos en una calle o un restaurante de Madrid. «Usted es responsable del hambre de Venezuela, y para colmo se lleva nuestro dinero».

Los magistrados nombrados por la Asamblea han comenzado a ser detenidos. El general Vivas está siendo cruelmente torturado, y muy pronto, ante el silencio de Europa y de Occidente, nadie volverá a saber de él. A la Fiscal General, antigua colaboradora de la tiranía, le quedan horas de libertad. No puede ser destituida, pero sí detenida. Ese educado grupo de venezolanos que reconoció a Iglesias y compañía en una terraza de Madrid, acusó a los farsantes de violar los Derechos Humanos. Maduro, Cilia, Diosdado, los grandes amigos de Podemos, pueden terminar como los Ceaucescu. Cuando ya no quede nada para robar, los que no han robado y colaborado con el régimen, cambiarán radicalmente la dirección de sus armas. La diferencia está en la actitud. Unos matan para preservar el poder y otros mueren por conseguir la libertad. Libertad alcanzada, actuará la Justicia, que no la venganza y la violencia.

Será en España donde los venezolanos avergonzarán a los farsantes y mentirosos que amparan al asesino. Sin insultos. Y algún día, Iglesias tendrá, al menos, que encontrarse con los ojos de sus víctimas.