Rosetta Forner
Sin perdices
La familia ya no es lo que era. Hace años, en un programa de televisión, coincidí con dos psicólogas que pontificaban que una mujer sola no podía bien criar a un hijo, por ser necesaria la figura paterna. No les di la razón: hay mujeres (divorciadas, viudas, solteras) que solas crían muy bien a sus hijos. Hogar monoparental no significa que el padre esté ausente. Aunque se dan casos en los que es la propia mujer la que, justificadamente o no, impide al hombre-padre la relación con los hijos. Cuando una pareja se rompe no debería romperse la familia. Hay acuerdos de divorcio que deberían revisarse por el bien de los hijos. Tener que hacer frente a la crianza de los hijos, al quedarse sola, no es algo nuevo en la historia de la humanidad. Hay mujeres que saben salir muy bien adelante en la vida. En cambio, otras son incapaces de liderar su vida, no saben cuidar de ellas mismas y mucho menos de un hijo. Un hogar monoparental puede ser igual o más sano psicológicamente que uno con los dos progenitores, pudiendo haber igualmente apoyo emocional, equilibrio, disciplina, respeto, amor... Y no significa soledad o problemas sino la oportunidad de vivir en armonía. El 81% de los hogares monoparentales está encabezado por una mujer, y la mitad de ellos viven con menos de 600 euros al mes: ¿acaso el ex marido, que no ex padre, no pasa pensión o quizá no tiene para pasarla? Y ¿qué sucede con el 19% restante? ¿Tienen los hombres más dinero? O, como sucedía antaño, ¿las mujeres dejan de trabajar al casarse? ¿Están relacionados paro y divorcio? El número de hogares monoparentales crece cada año, esto significa que estamos ante un nuevo modelo de familia y sociedad que ha venido para quedarse: mujeres solas con hijos, y no a causa de una guerra sino de un divorcio y de un desencuentro emocional que empezó en el «vivieron felices y comieron perdices».
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