Ángela Vallvey
So capullo
Con permiso de los sufridos y amables lectores, esta columna no va dirigida a ellos. Esta vez no. Estas letras son en exclusiva para ti: el tío subido a una moto que el viernes pasado me increpó mientras yo conducía más tranquila que un buey anestesiado por la calle María de Molina de Madrid, sobre las 14:15 horas. Conducir en Madrid no es fácil. Quienes se dedican a ello por oficio pueden corroborarlo. Hay que tener los nervios muy templados para no perder la chaveta moviendo un vehículo de un lado para otro en la capital de España. Por eso, ir al volante con moderación y paciencia, como yo estaba haciendo, entre otras cosas porque mi GPS se había quedado sin señal, es una actividad por la cual deberían condecorar a cualquier conductor que se atreva a rodar por la villa y corte. Menos mal que –parece ser– pronto prohibirán los vehículos y todo el transporte se hará mediante madrileños helicópteros, creo.
Ahí estaba yo: agarrada a mi volante con entereza y cautela, cuando tú –un cernícalo cuya tosquedad desbordaba el sillín de su moto japonesa– empezaste a pitarme, a hacer gestos obscenos y a etc. ¿Qué había hecho yo para merecer tus aspavientos groseros más que conducir como una monjita, respetando «todas» las señales de tráfico? ¡Nada! Sí, soy culpable de lo que me acusaste: «¡Una tía, jo***...!». Te oí farfullar (llevaba la ventanilla abierta y metiste la cabeza dentro de mi coche).
Pues desde aquí te lo digo: cuando me encuentro con un coprolito sobre ruedas como tú, pienso que la DGT debería hacer más controles, pero no de drogas y alcohol. Debería hacer mediciones de masa encefálica (y/o fálica), test de burricie... Aunque asimismo agradezco que me ayudases a comprobar esa teoría que dice que el tamaño del cerebro del sapiens medio se ha reducido desde la época de los cazadores-recolectores. Por lo visto, antiguamente se precisaban unas capacidades mentales magníficas para sobrevivir. Después de la aparición de la agricultura y la industria, muchos se aprovechan de las facultades de los demás para ir tirando (incluso en moto), con lo que se han abierto, dicen los científicos, nuevos «nichos para imbéciles». Tú eres el ejemplo vivo, atronador cual tubo de escape recortado, de que esto es absolutamente cierto. Así que estas palabras son para ti. Eso, contando con que sepas leer. So capullo.
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