Andalucía

Sobre el cadáver de Podemos

La irrupción de Podemos en la política española ha tenido un resultado negativo para la izquierda, fragmentándola y desorganizándola, ha sido tóxico para todo el que haya tomado contacto con ellos.

Si repasamos todo el periodo democrático, en Madrid, la tradición ha sido que cuando los partidos iban mal en las encuestas se deshacían de sus candidatos. A veces, no era una cuestión de buscar el mejor resultado en las urnas, el objetivo podía consistir en derribar un liderazgo, otras, en intentar endosar la responsabilidad de la derrota a una persona, escapando de la quema el auténtico responsable.

Pero lo que nunca se había visto antes era que un candidato dejase plantado a su organización a tres meses de las elecciones. Esto es lo que ha hecho Iñigo Errejón al anunciar una confluencia con la alcaldesa de la capital.

Algo debe de tener Pablo Iglesias para que de todos los que empezaron con él ninguno le dirija hoy la palabra. Las crisis más mediáticas han tenido como epicentro a Errejón y su grupo de fieles, la relación entre los dos dirigentes es, a día de hoy, de enfrentamiento sistemático.

El número dos quiso el sillón del número uno, pero Iglesias reaccionó y situó en un brete a Errejón proponiéndole la candidatura a la Comunidad de Madrid. Si su oponente la rechazaba, le daba la excusa perfecta para aniquilarlo, si aceptaba, estaba condenado a una descalabro seguro en la región. A partir de ahí, ya decidiría si le relegaría al ostracismo o le invitaría a irse, atribuyéndole la derrota como personal.

Sin embargo, los podemistas, que no brillan por su espíritu constructivo, pero han demostrado sobradamente su capacidad destructiva, son capaces de dar un golpe en la mesa poniéndoselo difícil a su adversario, de ahí la jugada de Errejón.

Con su desmarque evidencia que Podemos está roto internamente en Madrid. La relación con Ramón Espinar es difícilmente empeorable y las fricciones entre la dirección nacional y el candidato son constantes.

Pero, también, la jugada de Iñigo Errejón aporta luz para ver los entresijos de un partido en descomposición, una marca que se ha convertido en un lastre para sus candidatos.

Si Errejón se enteró de quien iba a ser su número 2 por la prensa, Iglesias se ha enterado por el mismo medio de que ya no tiene número uno en la Comunidad de Madrid.

Podemos fragmentó el voto en la izquierda y tuvo como consecuencia una andadura por el desierto del PSOE. Ahora, si la dirección socialista fuese inteligente, sería el momento de recuperar todos los apoyos perdidos.

Claro que las prioridades de la calle Ferraz son otras a juzgar por las declaraciones de su portavoz, Óscar Puente, que se ha convertido en el ariete contra Susana Díaz. Si la dureza verbal del Sr. Puente contra los adversarios del PSOE fuese la mitad que contra algunos dirigentes socialistas, el Partido Socialista no tendría ya contrincantes.

Si en las elecciones de mayo Pedro Sánchez no consigue buenos resultados, seguro que veremos a alguien de la dirección pidiendo la cabeza del actual portavoz del PSOE, porque si Vox sacó el 10% en Andalucía, ya veremos lo que saca en Valladolid en donde, por cierto, al PSOE le fue justito, justito en las elecciones municipales del 2015.

El panorama es poco alentador, Podemos se desintegra, Ciudadanos duerme con la extrema derecha, el PP quiere imitar a Vox y el PSOE se pierde en saldar cuentas. Eso sí, Manuela Carmena quiere volver a ser alcaldesa, con Podemos o sobre el cadáver de Podemos