Alfonso Ussía
Sobredosis de odio
El odio que ha desahogado el puño del salvaje contra el rostro del Presidente Rajoy es un odio muy bien alimentado. Y no desde ayer. Atracón o sobredosis de odio que las izquierdas radicales han extendido por toda España. Agresión calculada, anunciada, programada y celebrada. Entre los sujetos de la manada han elegido al menor de edad. Todo concuerda con el proyecto de la violencia. Rajoy ha perdonado al animal, pero está obligado, en defensa de todos los ciudadanos pacíficos y normales de España, a presentar la correspondiente denuncia. Discuten los juristas, y algunos recuerdan que tener 17 años es un atenuante, pero no eximente por minoría de edad, y que, de ser juzgado, sería condenado por atentado.
La irrupción de los descerebrados en la vida política española se ha producido de la mano del odio y la violencia verbal. Así el concejal del Ayuntamiento de Madrid, Pablo Soto, que ha deseado públicamente torturar y matar a Gallardón, y que lamentó, a la vuelta de un viaje de vacaciones, que Rajoy no hubiera muerto. Así Iglesias, el que se emociona con los policías apaleados. Así Íñigo Errejón, que asegura no tener problema con la violencia. Así el íntimo de Monedero, un presumible cantante llamado Pablo Hásel que aplaude el puñetazo al «criminal de Rajoy» y anuncia que va a reproducir la imagen de la salvajada en la carátula de su próximo disco. «De las bofetadas dialécticas a las agresiones físicas», se ha lamentado Carlos Herrera.
La banda del odio eligió al menor de edad, bastante fornido por cierto. El menor de edad parece cercano a las «mareas» e inmerso en el separatismo gallego. Y es un apasionado y violento seguidor del Pontevedra, de lo cual el club pontevedrés no tiene culpa alguna. Dicen que le gustan las sustancias excitantes y que ha sido expulsado de diferentes colegios. Se le nota la falta de colegios. Escribe: «Todos nuestros derechos se los ‘‘devemos’’ a la URSS. ‘‘Voi’’ a hacer un atentado en una sede del PP». Éste es el bichejo. Ni «El Cuco» era menor de edad cuando participó en el asesinato de Marta del Castillo, ni este forajido de la izquierda podemita se ha comportado como un menor de edad con su brutal agresión al Presidente del Gobierno de España, elegido democráticamente en las urnas con una mayoría absoluta de votos. Esa agresión no ha sido sólo contra el Presidente. Todos los que votamos desde la idea y la reflexión hemos sido agredidos. Los que lo hacen desde el odio lo han celebrado.
Rajoy reaccionó con admirable frialdad y mantuvo su programa. «Somos un pueblo moderado, gente tranquila, formal y seria». De acuerdo, don Mariano. Pero la víctima de una salvaje agresión, aunque ofrezca su perdón personal, está obligada a denunciar al salvaje agresor para que sigamos siendo un pueblo moderado, gente tranquila, formal y seria. De no hacerlo, el odio se va a considerar invencible, y a usted le seguirán –o le seguiremos– muchos en el estupor de una brutalidad inesperada. Un tipejo violento no es preocupante. Cien mil tipejos con el odio a flor de piel pueden terminar con los derechos, las libertades y la tranquilidad del pueblo español.
Se ha comportado usted como un valiente. Y eso es el carisma. Con el dolor ha seguido su rumbo y su programa, y sus gafas rotas y en el suelo son la memoria histórica de la violencia actual. Demostrada la firmeza personal, le toca llevar a cabo su obligación pública. Denunciar a la rata, con el fin de apartarla durante un buen tiempo de la calle de la libertad y los derechos.
Con el sistema buenista que padecemos, en muy pocos días habrá abandonado el centro correccional. Los suficientes días para que convierta a sus compañeros en alumnos aventajados del odio. Creo que Sánchez ha lamentado la agresión. No se lo crea a pies juntillas, ni agradezca en demasía el interés por su salud de Pablo Iglesias. Todo está muy enredado. Y contra el salvaje, denuncia. Usted puede perdonar. El Estado de Derecho, que somos todos, no está obligado a ello.
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