Ely del Valle
Sopapo
Se ha quedado a las puertas, no del cielo que quería alcanzar en un puro asalto, sino del sorpasso, palabro que hoy Pablo Iglesias debe tener atragantado a la altura de la glotis. Ni el abuso del término patria en sus discursos, ni su matrimonio de conveniencia con el partido que proporcionalmente debe más dinero a esos bancos de los que Podemos abomina, le han servido de atajo para conseguir el título de líder de la oposición por K.O, que era con lo que contaban los morados. Iglesias y los suyos creyeron que con poner el intermitente y pisar el acelerador estaba todo hecho. No contaron conque la gasolina de los votantes de IU no iba a tener en este caso el mismo número de octanos. El cuento de la lechera se basaba en la confianza de que los de Garzón iban a bendecir un matrimonio de conveniencia que sobre el papel les beneficiaba en número de escaños; sin embargo no contaron conque la dote entregada, que no ha sido otra que las siglas del partido, iba a pasarles una factura –o más bien una fractura– con el votante de izquierdas que no comulga con el populismo. Podemos ha perdido las elecciones, no porque no haya sido el partido más votado, sino porque el cielo que esperaban asaltar en esta ocasión, que era el de convertirse en líder de la oposición, lo ha frenado, miren ustedes por dónde el suelo de un PSOE, débil y desnortado, pero que hoy tiene que estar muy agradecido a sus votantes. Salir a decir que el resultado obtenido no es un fracaso, es absurdo; afirmar que el cambio que España quiere no va a llegar tan rápido como era deseable, una mentira constatable, no porque no vaya a llegar sino porque está claro que no es lo que la mayoría desea. Iglesias se había puesto corbata –ay, la casta– para celebrar una subida exponencial de escaños que no ha llegado. El «sorpasso» se ha convertido en un sonoro y rotundo sopapo.
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