Toni Bolaño
«SOS ¡Nos hundimos!»
El presidente de la Generalitat nos tiene acostumbrados a metáforas en sus discursos. Siempre los reviste de épica para visualizar sus objetivos. Es la retórica habitual del nacionalismo. Mas la ha heredado de Jordi Pujol. Sin embargo, ayer la cosa no estaba para viajes a Ítaca, ni para barcos, ni para ejercer de timonel. La cosa, lo reconoció Artur Mas, está chunga. En su balance de 100 días –para que no pareciera tan penoso sumó los dos últimos años– lanzó un mensaje claro: «SOS ¡Nos hundimos!». Su guión, el habitual. Los culpables bien definidos: la gestión del tripartito –sus compromisos de deuda– y el maltrato a Cataluña por parte de la pérfida España. Su labor al frente del Gobierno, impecable. Relató el listín telefónico para ocultar la inanición de su Ejecutivo y para no hacer evidente su nerviosismo. Tras definir la situación como de «emergencia nacional» y de «supervivencia autonómica», empezó a pedir ayuda. Primero a Rajoy, sustentando su relato en la importancia del diálogo, cuyas ventajas parecía haber descubierto en las últimas horas. Después, lanzó sus carantoñas a ERC. La consulta soberanista se hará, afirmó Mas, pero no dijo ni cómo ni cuándo. Pero insistió en sus mimos a los republicanos, a los que necesita como agua de mayo para aprobar sus Presupuestos y para evitar que el mundo independentista se le eche encima por haberlos llevado al huerto. Por último, sus guiños al PSC, al que quiere tener como cómplice en sus políticas «sociales», más conocidas como recortes e impagos. El balance presentado se basaba en cinco ejes. Muy rimbombantes pero con resultados más que cuestionables. Estabilidad financiera –necesita mejorar, ¡y de qué manera!–; reactivación económica –no presentado–; las paredes maestras del Estado del Bienestar –en derribo–; calidad y regeneración –copiado–. El juez del «caso Palau» lo volvió a decir ayer: «CDC se benefició del desfalco del Palau»– y Transición Nacional –no cumple los requisitos para presentarse–. Nada nuevo. Dio una de cal y otra de arena para contentar a unos y a otros. Pidió al final árnica con ese famélico «SOS ¡Nos hundimos!». Mas está tocado, no tiene ningún as en la manga. Sólo le queda esperar que alguien le tire un salvavidas. De momento, no hay voluntarios.
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