Cristina López Schlichting
SOS Paradores
Como muchos niños del «baby boom» de los sesenta, mi infancia está llena de fotos en paradores. Fraga se había empeñado en potenciarlos y conservo imágenes de mi primo Roberto con pantalón de campana y grandes cuellos, en Guadalupe; de mis hermanas con minifalda, en Gredos, y de mi padre con grandes patillas y gafas cuadradas de sol, en las almenas de Sigüenza. Ahora se clausuran siete de estos 93 magníficos hospedajes y otros 27 se cerrarán cinco meses al año. La medida se lleva por delante 644 puestos de trabajo. Es una empresa pública más de las que se «sanean», pero se me encoje el corazón, como si mi infancia desapareciese un poco de esos álbumes anaranjados por el tiempo. Lo mismo que cuando se mira una instantánea familiar y se empieza a contar a los que faltan. Paradores es una institución que no creó Manuel Fraga, como muchos creen. Tiene una historia preciosa, que comienza en 1910 cuando el Gobierno liberal, en pleno Regeneracionismo español, decide impulsar la recuperación del patrimonio cultural. José Canalejas encarga la creación de una estructura hotelera al Marqués de la Vega Inclán, que ya se había destacado con la restauración de la Casa del Greco en Toledo y que posteriormente pondría el embrión del Museo Romántico en Madrid. En 1926, Alfonso XIII en persona elegirá el emplazamiento del primer parador, un pabellón de caza en la Sierra de Gredos, y a lo largo de los años siguientes la «Junta de Paradores y Hosterías del Reino» multiplicará el número de sedes (Oropesa, 1930; Úbeda, 1930; Ciudad Rodrigo 1931; Mérida, 1933). La guerra dañó muchos de ellos, pero después siguieron creándose en los años 40 (Granada, Santillana, Gibralfaro en Málaga) y los 50. Fraga fue una revolución, claro, y los paradores salieron como setas en los 60, cuando se bautiza la «Red de Paradores Nacionales». A excepción de las «pousadas» portuguesas –una red mucho menor– no conozco país del mundo con una lista semejante de castillos, palacios y casas solariegas transformados en buques-bandera del turismo y el arte ¿De veras no se pueden llenar de huéspedes chinos, rusos y americanos? No me creo que Sheraton o Hilton no estén interesados en un alquiler por 50 años, por ejemplo, y que una gran cadena internacional no pueda convertir estos hoteles en establecimientos de ultralujo. España se puede recorrer de parador en parador, desde Verín a Aiguablava; desde Zafra hasta Puerto Lumbreras. No creo que desperdiciar semejante tarjeta de presentación nos convenga.
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