Cástor Díaz Barrado

Sosiego nuclear

Las negociaciones que han tenido lugar con Irán para ordenar y regularizar el programa nuclear de este país han llegado a un principio de acuerdo que está repleto de incertidumbres pero que aporta un cierto sosiego, y mayor tranquilidad, en las relaciones internacionales. Es fundamental crear un mundo más seguro y, sobre todo, garantizar la estabilidad en la región del Próximo Oriente. Los acuerdos de Lausana son incompletos y habrá que esperar seguramente hasta junio de este año para apreciar, con toda intensidad, los niveles y grados de compromisos asumidos por quienes han participado en estas negociaciones y que, en el fondo, representan los intereses de la comunidad internacional. Hasta ahora, Israel es quien ha expresado su clara oposición a los componentes de lo acordado en la ciudad suiza y, sin duda, desplegará su acción diplomática para impedir que dichos acuerdos lleguen a plasmarse. En esencia, el régimen persa se compromete a no fabricar el arma nuclear, al menos durante un tiempo, a cambio de que se levanten las sanciones que pesan sobre Irán y que, en buena parte, ahogan la economía iraní. La paz y la calma en la región sólo son posibles si se cuenta con Irán y todo parece indicar que las nuevas autoridades de Teherán están en el camino de encontrar soluciones. La apuesta de la comunidad internacional debe ser la estabilidad de la región y los acuerdos en materia nuclear son esenciales para lograrlo. Estamos todavía muy lejos de lograr una paz duradera en Oriente Próximo y tanto Irán como Arabia Saudí deben jugar un papel muy activo para que ésta se alcance. Los acuerdos de Lausana son sólo el principio del eventual entendimiento entre quienes tiene la responsabilidad de buscar soluciones a los problemas que aquejan al Próximo Oriente y sólo el tiempo nos dirá si las partes están dispuestas a cumplir aquello a lo que se han comprometido. No se ha llegado aún a una solución definitiva, ni tan siquiera en la cuestión nuclear, pero estamos en un momento en el que la diplomacia se impone. Hace unos años era impensable un principio de acuerdo de este tipo. Hay que seguir negociando, pero se han sentado las bases para que la comunidad internacional alcance un grado de satisfacción si, finalmente, se logra que Irán abandone su programa nuclear y, al mismo tiempo, se produzca su inserción en la política y economía mundiales. Resulta claro que la diplomacia es lo mejor y que nadie quiere un Irán nuclear.