Ramón Tamames

Sostenibilidad

El conocimiento científico del planeta tiene antecedentes en los grandes estudiosos de la Grecia antigua, que supieron vislumbrar muchas de las cuestiones que todavía hoy nos planteamos. Con el tiempo, los navegantes portugueses y españoles de los siglos XVI a XVIII y los científicos de todas clases proporcionaron una mayor información sobre el globo. Y en cuanto a las estirpes de la vida, se supo mucho más a partir de Darwin y sus discípulos; entre ellos Ernst Haeckel, de quien proviene el neologismo «Ecología», el estudio de la casa grande de la Naturaleza.

Claro es que en la explotación de los recursos naturales, el crecimiento de la población fue erosionando esa casa grande, que hoy llamamos biosfera; como si sus posibilidades fueran infinitas. Y precisamente después de la alerta que significó la Conferencia de Estocolmo de 1972, junto con los avisos del Club de Roma del mismo año, amén del diagnóstico que representó el análisis de la EPA «Global 2000», elaborado por indicación del presidente Carter, se tuvo ya una idea de que el deterioro del Planeta Azul avanzaba de forma muy peligrosa.

Ése fue el origen del informe «Nuestro futuro común», preparado por la Comisión de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo que presidió la Sra Brundtland. Y que en 1987 consagró la idea de la sostenibilidad para conciliar la actividad humana, de técnicas cada vez más potentes, con la preservación del medio natural. Lo cual implica una serie de acciones: estudios de impacto ambiental antes de realizar fuertes inversiones, internalizar los costes ambientales en la cuenta de pérdidas y ganancias de cualquier entidad, formular «presupuestos de la naturaleza» para los entes públicos, y preconizar el modelo de desarrollo sostenible en el que se tengan en cuenta todos los aspectos anteriores y otros muchos más.

Eso es, en pocas palabras, la sostenibilidad.