Ángela Vallvey
«SUB»
«Sub» es un prefijo que significa «bajo, debajo de», también indica inferioridad o disminución. En un mundo en el que «lo normal» no puede ser definido ni por los psiquiatras, que no se atreven a hacerlo, algunos colocan la partícula «sub» con demasiada ligereza. Como si fuera una munición que descargan con saña. Pues las palabras también hieren de gravedad, e incluso matan. Como decía Chamfort, es posible curar la herida causada por una bala, pero la que producen las palabras nunca cicatriza. Verbigracia, la palabra «subnormal» me recuerda a aquella en alemán de «untermensch», subhumano, que los nazis usaron para «justificar» su crimen contra la humanidad. Un término escalofriante, inmoral, nauseabundo. A mi modo de ver, el principal objetivo de los gobernantes debería ser procurar dignidad a los gobernados. Tanto en la administración de las leyes terrenas (autoridades estatales), como en las divinas (jerarquías religiosas), o las del idioma (academias de la lengua).
La madre de una niña con Síndrome de Down ha iniciado un movimiento para que la RAE modifique la acepción «subnormal», categorizándola como insulto, no como aparece ahora en la edición digital «Dicho de una persona: Que tiene una capacidad intelectual notablemente inferior a lo normal», y asociada al Síndrome de Down (que no es una enfermedad, sino una alteración genética). Me parece una iniciativa excelente. La sociedad suele ser más avanzada que sus legisladores. Hace mucho que España dejó de reírse con aquellos chistes ofensivos y horribles sobre «mariquitas, gangosos o minusválidos», de odioso recuerdo, que llegaron a venderse en «casettes» en las gasolineras y que despertaban la carcajada de muchos. No de todos. Porque, aunque lo «correcto» hace pocas décadas fuese despreciar y humillar a las personas diferentes, el chiste cerril siempre provoca la repugnancia moral de la gente más sensible, que suele ser mucha, afortunadamente.
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