Julián Cabrera

Sueldos y corrupción

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Decía hace poco el alcalde de Barcelona, Xavier Trías, que le parecía un escándalo el bajo sueldo del presidente del Gobierno y, abundando en algo que se ha colado de lleno en el debate político nacional, venía a sugerir que un Estado con políticos muy mal pagados incrementa el peligro de corrupción.

Trías y otros muchos dirigentes que durante los últimos días han hablado del tema sueldos de cargos políticos daban en el clavo, sólo en lo primero. Rajoy está mal pagado, como lo están otros responsables de instituciones teniendo en cuenta su nivel de responsabilidad. Pero erraba en su sugerencia, como están errando de forma evidente quienes establecen una más o menos tangencial relación entre nivel de sueldos y corrupción y más allá lanzan el señuelo de que unos más dignos emolumentos eliminarían malas tentaciones.

Pongamos las cosas en su sitio: quienes desde los casos Campeón, Gurtel, ERE de Andalucía, Filesa, Malesa, las ITV, Palau y un más que largo elenco pudieron enriquecerse ilícitamente, muchos de ellos, altos dirigentes de instituciones y partidos, no lo hacían para paliar unas nóminas más o menos insuficientes. Sencillamente lo hacían desde la consciencia de incurrir en un delito para engordar sus patrimonios y/o los de otros.

A nadie desde la honradez se le ocurre meter la mano en la caja sencillamente porque crea que está mal pagado, salvo que seamos tan ingenuos de pensar que Luis Roldán, antes de «establecerse» en Laos, se levantó mil millones de pesetas porque el insuficiente sueldo de director general de la Guardia Civil le impedía llegar a fin de mes. Es cierto que nuestros políticos ganan poco y que decirlo con la que está cayendo resta votos, pero con la corrupción no se acaba ni subiendo sueldos, aunque en según qué casos sea justo, ni con sonrojantes «Full Monty's» fiscales y patrimoniales.