Irene Villa

¿Suerte echada?

Quería felicitar a las gentes de Monforte de Lemos por esos 120 millones de euros del primer premio del sorteo Extraordinario de El Niño, que cayó además muy repartido entre sus habitantes, evitando así recelos entre los vecinos de la localidad lucense, pero me he acordado de uno de los cuentos favoritos de mi admirado Álex Rovira, que reflexiona acerca de lo difícil que es determinar, en el mismo momento en que ocurre, si lo que nos pasa es una señal inequívoca de buena suerte o de mala suerte. Simplemente porque no sabemos lo que vendrá después. Un premio puede estar, como suele decirse, envenenado, y un castigo, acabar siendo lo mejor que nos podía pasar. Resumiendo el cuento, decía que a casa de un anciano labrador, viudo y muy pobre, llega un joven y bello caballo, y al ser felicitado, exclama: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!». Tiempo después su hijo intenta domarlo y acaba con rotura de huesos de brazos, manos, pies y piernas, y al hablar los vecinos de desgracia, el anciano vuelve a decir lo mismo. Después el ejército no puede reclutar a su hijo por sus circunstancias y ante las nuevas felicitaciones, no duda en repetir la misma exclamación. Y es que es difícil asumir como buena suerte la lotería cuando tantos testimonios hablan de fortunas como el origen de separaciones, trifulcas e incluso la verdadera ruina económica y emocional. Lo positivo es que sabiendo que esto puede ocurrir, desafiemos a las circunstancias para extraer lo mejor de ellas y aprender, porque la suerte aún no está echada.