Alfonso Ussía
Sutilezas
Los que no han sabido encontrar su suprema elegancia más allá de la apariencia afirman que a su lado, Pedro Picapiedra parece el hermano gemelo de Yves Saint-Laurent. Un ser humano, aparentemente tosco, puede llevar en su alma la sutileza y la sensibilidad de un poeta. Los poetas pueden seguir el camino de San Juan de la Cruz o el de Aristófanes, que los estilos y pulsos poéticos son infinitos. Tengo para mí que el sutil político y parlamentario catalán Joan Tardá es, en el fondo de su alma, un jardín florido de begonias y buganvillas. Cuando habla o escribe, sus palabras forman huracanes de lirios. Es, como diría Malcom Robertson, el famoso propietario de la tienda de golosinas de Durban «Choc & Sweets», «un hombre de aspecto feroz sometido a la dulzura de sus sentimientos». Les recuerdo que Malcom Robertson, además de empresario de chuches, es autor del poemario «Horizontes del Índico», un libro que merece espacio en toda biblioteca que se precie y aprecie.
Cuando vi a Joan Tardá por vez primera, pensé que los electores catalanes se habían equivocado de persona. Que habían votado a otro Joan Tardá. Su aspecto, en un primer golpe de vista, es sencillamente espantoso. Quien ignore su inmensa capacidad para abrazar la ternura puede experimentar un episodio vascular si se lo encuentra en la calle en plena noche. Hay precedentes. Sean recordadas las emotivas lágrimas de «King Kong» cuando comprende tras diferentes avatares que no tiene futuro al lado de la rubia. Y estamos hablando de un gorila, no de un ser humano como el ilustre parlamentario catalán.
El gran problema de Joan Tardá es su volcán interno. En sus entrañas, padece de un Vesubio en permanente erupción que dificulta su sosiego. De ahí lo que ha escrito de los empresarios alemanes radicados en Cataluña que han firmado un documento en el que se reconocen altamente preocupados por la posible secesión de esa zona de España. Los alemanes, aunque sean empresarios, también tienen su corazoncito, y no desean que sus inversiones en España sufran hondo quebranto con la independencia de Cataluña. Y Tardá, que es persona educada, sutil y de notable preparación humanística, se ha dejado llevar por la lava de su volcán y ha publicado en las redes sociales un mensaje que, muy probablemente, va a disgustar a los empresarios germanos. «Penoso que directivos de empresas alemanas, enriquecidos gracias al nazismo y cómplices de millones de asesinatos, critiquen el nacionalismo catalán». Un mensaje excesivamente duro del distinguido y elegante poeta del nordeste español.
Los empresarios alemanes no han criticado el nacionalismo catalán, sino la independencia de Cataluña, que son conceptos diferentes. Y los empresarios alemanes de hoy –lo tiene que saber el ilustre y fino parlamentario de ERC–, nada tienen que ver con el nazismo ni los millones de asesinatos de las SS, y sí, en cambio, con su esfuerzo y su trabajo. A los empresarios alemanes radicados en Cataluña les preocupa sobremanera, y tienen todo el derecho a manifestarlo, que sus inversiones en una nación que forma parte de la Unión Europea estén establecidas en una región que, al independizarse, dejará de pertenecer a la Unión Europea y a la zona del euro, aunque muchos independentistas catalanes no quieran enterarse de tan elemental y repetida realidad.
Para mí que el más preocupado por las palabras de Tardá es Mas. Me temo que el elegante intelectual catalán va a ser obligado a disculparse para que los alemanes no desinviertan en Cataluña sin tener que esperar más acontecimientos. Pero no se confundan. Es un cielo de persona, un potosí.
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