Julián Redondo

Temblores de guerra

El seguidor del Atlético podría afiliarse a la ONG «Contra la mezquindad no hay fronteras» sin menoscabo de su condición de penitente venido a más. Sufrió en silencio el gilismo y la megalomanía del personaje; se ruborizó, como no podía ser de otra manera, cuando el señor de Imperioso –voz que clama en el desierto– llamaba a las redacciones para echar a tal o cual periodista disidente del régimen, y no perdió de vista el horizonte rojiblanco, aunque perviviera en las catacumbas, cuando desde el púlpito le vendían duros a peseta. El aficionado del Atleti forma parte de la resistencia y de dos años a esta parte saca el orgullo a pasear, temblores de guerra, pero sin alardes, que la historia pesa.

Colíder de la Liga, empatado a puntos con el Barcelona y tres por delante del Madrid, el Atlético se ofrece como alternativa al poder establecido. Empieza a ganar crédito en las apuestas domésticas, e incluso en la travesía de la «Champions» adquiere protagonismo estelar porque en la suma de ambas competiciones no hay en España un equipo que le aventaje y sólo el Bayern de Pep Guardiola le presenta batalla en ese mar proceloso que es el fútbol continental. Sueña el Atlético con una gesta como aquella del «doblete» sin despegarse un milímetro de la hierba, porque Simeone, vigía pertinaz, no permite levantar los pies del suelo.

¿Puede el Atlético ganar la Liga? Si el Barcelona pierde dos partidos seguidos, oh, milagro, puede. O si el Real Madrid frena en la escalada que ha iniciado, que nadie es perfecto, puede. Y podrá si no pierde efectivos, intensidad ni revoluciones. ¿Eso es posible? Parece. El tiempo lo dirá.