Alfonso Ussía

Ternura

La Razón
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Nada irritaba más al prodigioso Antonio Mingote que la ternura. –¡Ya estamos con la cursilería de la ternura! ¡Joé con la puñetera ternura!–. La segunda voz repudiada por Antonio era crepúsculo. Me divertía enfadarlo. –Ayer, de vuelta del norte, desde el alto de Somosierra, se contemplaba el crepúsculo más grandioso que he visto en mi vida. Un crepúsculo anaranjado, como los que describe Antonio Gala en «El Manuscrito Carmesí». – ¿Y un tipo con el talento de Gala escribe «crepúsculo»? ¿Por qué no escribe «ocaso» o «atardecer» o «atardecida»?–; –porque no le da la gana–. –¡Crepúsculo, y para colmo anaranjado! ¡Esto va a terminar muy mal!–.

Pero la ternura desquiciaba su equilibrio emocional. Y lo malo es que en los homenajes que continuamente le brindaban, el glosador, el orador de turno siempre destacaba de los dibujos de Antonio, la ternura. «No sólo acierta, no sólo es un maestro del trazo y un editorialista del dibujo, no sólo és, como Umbral afirma, el “Picasso de los periódicos”. Es un creador continuado de ternura». Y yo le miraba, y me devolvía la atención con una mezcla de risa y de furia en su expresión de coronel colonial retirado que lo decía todo. Y al abandonar el recinto, el comentario: «¡Estoy de mi ternura hasta los huevos!».

Menos mal que se marchó antes de que irrumpieran los de «Podemos» en la política de España. No habría soportado la cursilería rampante de los nuevos revolucionarios de pacotilla. Antonio era un profundo admirador de don Francisco Silvela, y le conseguí un ejemplar de la primera edición de «La Filocalia». En su «Historia del Traje» dedica un capítulo al modista francés Sicur, que se instala en Cádiz con sus dos hijas, muy ornamentadas y turgentes, bastante partidarias de recibir la pasión de los marineros de «La Carraca», que cantan a su paso «Ahí van las niñas de Sicur, Sicur, Sicur», uno de los posibles orígenes de la voz «cursi».

Antonio hubiera contraído altas fiebres con la cursilería de «Podemos». Después del atentado en París, Pablo Iglesias manifestó que no se arreglaba el problema del terrorismo islámico con bombardeos, sino con miradas de amor. La leche. Y ahora, nos ha anunciado cuál es la llave del cambio político y social que pretende su formación. «La ternura es la llave del cambio». A su lado, la difunta Corín Tellado parece Aristófanes. Pero como la cursilería se contagia más que la viruela, su responsable de Relaciones le ha secundado, emitiendo la bobada que inmediatamente transcribo: «El amor es el principal motor de nuestra acción política». ¡Oh, el amor!, eso que han intentado describir miles de poetas y ninguno ha acertado, aunque Jardiel y Pittigrilli lo intentaran más en serio. Para Jardiel, describir el amor es más difícil que pinchar una mariposa con un poste de telégrafos, y para Pittigrilli, el amor es «un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso»... Pero no yerra Mayoral, porque el amor en «Podemos» es muy importante, como lo demuestra la cantidad de cargos que ocupan los novios, compañeros de hecho, parejas sentimentales y demás cosas de sus líderes. El que llega arriba, coloca a su hombre o a su chica en el puesto más deseado y cumple sobradamente con el amor.

Pero vuelvo a Antonio Mingote y a la ternura. «La ternura es la llave del cambio». Y eso nos lo dice el socio de «Bildu» y el que disfruta con los policías apaleados. Razón le sobraba al genio.