Corea del Norte
Terror
Entretenidos como andamos con nuestras cuitas nacionales, hablamos poco de algunos graves asuntos internacionales. El de Corea del Norte, por ejemplo, y más allá de esas desaforadas imágenes que cada cierto tiempo sacuden los telediarios, repletas de masas que avanzan al paso de la oca y adoran al líder, ha acabado por convertirse en la muleta con la que describir, vía Pionyang, las callejeras exhibiciones de la ANC. Pero el problema debiera de concitar atención más allá de analogía. Lo explicaba recientemente Uri Friedman en las páginas de la revista «Atlantic», en una pieza titulada «Lo inimaginable», y con un subtítulo que necesita pocas explicaciones: «Mientras sigue escalando la crisis en Corea del Norte, ya puede discutirse la posibilidad de una guerra nuclear, y no solo en teoría». Friedman cita al director de la CIA, que el pasado octubre, en una conferencia para la Fundación para la Defensa de las Democracias, admitió que «Corea del Norte podría estar a pocos meses de lograr la capacidad de instalar un cabeza nuclear en un misil de largo alcance que pueda llegar a EE UU». Eso si no lo han conseguido ya. Y como bien recuerda el columnista, el dragón norcoreano va más allá de las temibles bombas atómicas: hablamos de un país que acumula armas químicas y bacteriológicas, así como una robusta profusión de armas convencionales en la misma frontera con su vecino del sur. En caso de guerra Seúl quedaría pulverizado, y también, posiblemente, algunas de las principales ciudades japonesas. Las víctimas mortales en los dos bandos se contarían por cientos de miles, incluidos soldados estadounidenses, y eso sin necesidad de descorchar el apocalipsis nuclear, que nadie sabe cómo acabaría. Cómo estarán las cosas que hace apenas 4 días, también en «The Atlantic», el senador Lindsey Graham estimó en un 30% las posibilidades de una guerra abierta entre EE UU y Corea del Norte. Graham, republicano pero también feroz enemigo de Trump, fue más allá, y predijo que si los norcoreanos realizan un nuevo ensayo nuclear las posibilidades de que EE UU bombardee subirían al 70%. Aunque es bien conocida la animadversión que se profesan el presidente y Graham, este último no ha dudado en ponerse a su disposición para cuanto sea menester en el asunto de Corea. Han mantenido varias reuniones y todo dependerá de si Kim Jong Un acepta sentarse a negociar sin condiciones previas y, al mismo tiempo, de la decisión con la que la China apoye las draconianas sanciones económicas. O el dictador asume que ha llegado la hora de hablar o ya veremos si 2018 no será el año de una guerra mortífera y de consecuencias inimaginables. Porque Graham tiene una cosa clara, y así lo explicaba en «The Atlantic»: «Si usas la opción militar tienes que tener claro que no es solo para neutralizar sus instalaciones nucleares. Tienes que estar dispuesto a tumbar el régimen por completo». Normal que en las islas del Pacífico hayan desempolvado las viejas sirenas antiaéreas, aquel ulular de búho que los estadounidenses más viejos asocian a la paranoia del terror nuclear y sus siniestras implicaciones.
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