Julián Redondo
Tiempos de cólera
Vigilancia exhaustiva, controles estrictos, colas interminables antes de que el fútbol se haga carne a las 18:15 horas del 21-N de 2015. Primer partido excepcional de una Liga insólita en cada campo y cada jornada hasta que el viento del terror amaine. Por su trascendencia mediática e interés universal, el Real Madrid-Barcelona es el partido por antonomasia. En otro rango, el Celta-Deportivo adquiere un atractivo regional supremo, y Balaídos, como El Molinón con el Sporting-Levante, requiere el blindaje que el delicado momento exige. El riesgo es máximo.
España se encuentra en alerta 4 y, acontecimientos deportivos al margen, son tantos los escenarios que custodiar que no queda otro remedio que colaborar con las autoridades en estos tiempos de cólera, tan distintos y desarraigados de los que vivieron Florentino, Fermina y Juvenal. Ronda el peligro; pero abstraerse del significado del Clásico y sus consecuencias es imposible. No es un problema de sensibilidad o de lo contrario, ni de trajinar con aquella frase de Bill Shankly («el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es algo mucho más importante») porque en esta situación sería frívolo y grotesco. Es que hay fútbol.
Como no se ha cumplido el primer tercio de la temporada, es preciso convencerse de que el resultado del Bernabéu no será definitivo; pero traerá consecuencias. En el entorno de Rafa Benítez temen que una derrota acelere la destitución del técnico antes de las Navidades, en un horizonte cercano. «No sabemos si se comerá el turrón», mascullan. Tiene una plantilla plagada de lesionados, respondona y con jugadores bajo la lupa, así que el Barça puede ser verdugo o remedio. La panacea para que el entrenador imponga su autoridad, selle la boca de los contestones y convenza a Cristiano de su sabiduría. O puede ser su tumba, si todo sale mal, como apuntan los peores presagios.
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