Arte, Cultura y Espectáculos
Timo participativo
Shakespeare pone en boca de Macbeth: «La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que nada significa». Como el bardo de Avon tocó todas las cuerdas del alma, su teatro es vigente y podría aplicarse la desesperanzada exclamación al encajonamiento político español. Casi todas las democracias europeas son básicamente partitocracias, con aparatos políticos grandes, lentos y nutridos. En América, por influencia estadounidense, los partidos son maquinarias electorales, como difusos hologramas. En las orillas atlánticas se suman movimientos que nacen del fascismo criollo de Perón mezclado con el comunismo reciclado. A la democracia le sientan mal los apellidos, y la representativa pretende dar paso a la participativa, preludio de la directa. Así Pedro Sánchez cree que los militantes son propietarios del partido y que su opinión es más valiosa que todo el censo. Remedo de democracia censitaria, ilustrada o analfabeta, de las casas del pueblo. Iglesias, con un pie en las instituciones y otro en la calle, grapa la representación con la participación haciendo turismo publicitario en Brandenburgo y amenazando calentar la legislatura para lo que necesita arriar la ley de seguridad ciudadana. Es ineludible recuperar la presencia civil apartidaria, presente en Francia con sus clubes de opinión, como la dieciochesca Sociedad Bascongada de Amigos del País, los Caballeritos de Azcoitia, precursora de tantas de lo mismo modernizadoras de España y amantes del intelecto. Las barrió el breve cantonalismo del siglo siguiente y ahora la democracia participativa consiste en que dos mil cambien el nombre de un parque sobre dos millones de silentes y todas las camándulas de la chiquillería de Carmena. Todos estos atajos a la participación equivalen a la vetusta estafa de la pirámide en que una ancha base desavisada empodera a una minúscula cúpula de perillanes. Así es posible que lleguen al Congreso la misa, el terrible quebranto de 28 capellanes castrenses o la asunción del escrache como libertad de expresión. Que la CUP (fuera de Europa, de España, del hemisferio norte y el sistema solar) sea la piedra angular del secesionismo y avasalle impunemente un partido tradicional revela cómo han llegado a pudrirse las cosas en este mercado. Llegaremos a la democracia directa haciendo bueno el derecho a decidir y haciendo cada uno lo que le pete bajo tutela de una vanguardia de perillanes. Macbeth tenía razón.
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