Alfonso Ussía

«Tin» de Puerto Chico

La Razón
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Es costumbre montañesa familiarizar el nombre con el bisílabo o monosílabo final. Antonio es «Toñín», Rafael pasa de Rafaelín a «Lin» sin olvidar el «Lon» – por lo normal cuando Rafael es grandón–, y Germán se convierte en «Man». Hay un «Man» en Comillas, querido por todos, y que pasa por días melancólicos. Los más tristes con su ausencia temporal, los patos de La Rabia, a los que «Man» ha alimentado durante decenios distribuyendo su pienso complementario en los diferentes comederos allí instalados. «Cuidado con ese gansu que es malísimu», advertía. Y era cierto. Entre los gansos inteligentes que renunciaron a emigrar a Rusia y los países nórdicos y se establecieron en Comillas, había uno con perversas intenciones. Mordía, más que picaba, a los ingenuos recién llegados al lugar que se le acercaban sin precauciones. Y también por ahí pululaba un cisne malhumorado que no admitía una broma. Sólo respetaba a «Man».

También hay apodos cariñosos extravagantes. En algunas localidades del interior de La Montaña –en Mazcuerras, por poner un ejemplo-, los bautizados como Domingo Jesús son conocidos por «Mingo». Pero si éstos se convierten en jándalos y se establecen en Sevilla, se denominan «Mani», lo cual resulta a todas luces sorprendente. Agustín es «Tinín», Manuel o Manolo «Lolo», y así hasta el final.

En Cantabria, sus gentes son pacíficas, honestas y misericordiosas. Se suavizan las descalificaciones y se endulzan los improperios. Un tonto es un «tontín», y al cabo del tiempo, un simple y monosilábico «Tin». Si a un tonto se le dice «tonto», tiene todo el derecho a mostrarse agraviado. Pero si al tonto se le dice «Tin», no puede sentirse perjudicado en su honor.

El ex ministro Wert, que tuvo aciertos y cometió errores, es un personaje extraño, de muy complicado encaje. Entre los 40.000.000 millones de españoles eligió para el cargo de Secretario de Estado de Cultura al montañés José María Lasalle. Este individuo se mantiene en el cargo con Íñigo Méndez de Vigo, que se encontró cocinado el premio a Trueba y que ha sido criticado –empezando por el que firma–, por no haber sabido poner en su sitio al panorámico necio, que abarca con su mirada más ángulos que el viejo Cinerama. Todo nace de los complejillos de Lasalle, que es montañés, y al que yo llamo el «Tin» de Puerto Chico por una razón perfectamente ligada a la lógica. Mi única charla con él la mantuvimos, con el abogado Calixto Alonso del Pozo como tercer comensal, en el mejor restaurante de Santander, el «Bar del Puerto», sito en Puerto Chico. Y de aquella conversación deduje que era completamente «Tin».

Hoy me sorprende con una reflexión que merece otro almuerzo, siempre que en esta ocasión sea él quien se haga cargo de la factura. El Secretario de Estado de Cultura, el «Tin» de Puerto Chico, ha afirmado con indescriptible orgullo que «este Gobierno ha hecho posible una política republicana del mecenazgo». Con la República nos han dado mucho el tostón los republicanos –con todo su derecho–, y los acomplejados. Pero jamás había oído ni leído nada acerca de la «política republicana del mecenazgo», que tiene que ser una política inteligentísima, según se desprende del comentario de «Tin».

En España, Monarquía y República son motivo de debate desde el cachondeo de la Primera y el fracaso total y absoluto de la Segunda, que se convirtió en un régimen perverso que desencadenó la Guerra Civil. Ahora, con más de ochenta años de retraso, el «Tin» de Puerto Chico y Secretario de Estado de Cultura, nos habla de la ejemplar «política republicana del mecenazgo», y claro, nos ha despistado a todos, porque jamás habíamos sabido de tan formidable realización republicana.

A partir de ahora, todo mecenas debe encajar su generosidad en la política republicana. Lo siento por el ministro Méndez de Vigo. Puedo discrepar de alguna de sus actuaciones, pero me consta que es un señor y ha sido un brillante parlamentario europeo. Si prescinde de «Tin» no pasará nada, absolutamente nada, y será más feliz durante su breve responsabilidad en el Gobierno. Que «Tin» es capaz de conceder un premio pagado por todos los españoles a Lluis Llach, culminando de esa guisa su política republicana del mecenazgo.