Cataluña

Todo puede pasar

La Razón
La RazónLa Razón

Pocas veces el escenario ha sido tan incierto en la política española. En principio puede parecer que el éxito de la moción de censura depende de que Podemos, nacionalistas vascos y separatistas catalanes den su apoyo al líder socialista, pero en política las cosas no son nunca tan lineales.

Que el PDeCAT se sume será una cuestión de ponderación del odio, es decir, si la animadversión que sienten hacia el PP, que promovió la aplicación del art. 155, es mayor que hacia el PSOE, que lo apoyó y, a su vez, de lo que hagan sus primos hermanos del PNV, que dicho sea de paso, se mueven por odio a Ciudadanos y están dispuestos a hacer todo lo posible para que no haya anticipo electoral mientras las encuestas favorezcan al Sr. Rivera.

Es decir, que los nacionalistas se han convertido en el hilo del que pende el gobierno de España.

Pero no se trata de quienes quieren formar alianzas con el Sr. Sánchez, sino de con quién quiere hacerlo el PSOE. Porque puede ser embarazoso explicar a sus electores porqué los separatistas catalanes han dejado de ser unos golpistas para pasar a ser unos dignos parlamentarios cuyo apoyo es deseable.

En cuanto al Sr. Iglesias y sus conversaciones con el Sr. Puigdemont, hacen más difícil la moción, porque tampoco es sencillo explicar que un socio de gobierno se entiende con el político que más daño ha hecho al Estado español.

El fin nunca justifica los medios, muy al contrario, son los medios los que terminan contaminando el fin, hasta que lo dejan inservible. El PSOE tiene la obligación de estar a la altura de su alcance histórico y de sus siglas, por ello, debería haber hecho las cosas de otra manera.

Después de la sentencia de la Audiencia Nacional, la situación en España cambió, por ello, en primer lugar, el Sr. Sánchez debería haber exigido convocatoria de elecciones al Sr. Rajoy.

Es muy posible que el presidente hubiese obviado la exigencia, entonces, era el momento adecuado para que el PSOE promoviese la moción como consecuencia de esa negativa.

Al tiempo, debería haber abierto vías de diálogo con Ciudadanos y Podemos, como fuerzas no nacionalistas, y haber rechazado desde el principio cualquier apoyo de los separatistas.

En esas circunstancias, el Sr. Rivera no tendría escape alguno, tampoco el Sr. Iglesias y la democracia española no dependería de los que no aceptan el Estado.

No obstante, también puede suceder otra contingencia. Se trata de que el Sr. Rajoy termine dimitiendo antes de que se consume la moción de censura. En ese escenario, el objeto de debate sería si la cámara daría su confianza a otro candidato popular o se convocarían elecciones.

Dentro de unos días veremos cómo se resuelve todo, pero tardaremos algo más para ver sus consecuencias. Si el Sr. Sánchez termina siendo investido presidente, hay dos cuestiones que serían objeto de escrutinio general: quién configuraría su gobierno y qué novedades se producen en Cataluña para vigilar que no haya concesiones al nacionalismo secesionista.

Si, finalmente, hay elecciones, la dimisión del Sr. Rajoy para evitar la participación determinante de los separatistas, situaría al Partido Popular en una mejor posición electoral frente a su competidor Ciudadanos.

Dice el refrán que “a la sombra del favor, crecen los vicios”, sea como sea, el Sr. Rajoy se ha convertido en la única moneda de cambio que tiene el PP, no hay nadie que desee tanto su asiento como el Sr. Sánchez, al que nunca le dijeron que, en realidad, París no vale lo que una misa, y los nacionalistas han vuelto a demostrar que les mueve el odio, no la esperanza.