Gonzalo Alonso

Todos corruptos

Verdi termina su vida musical cantando «todos cornudos». Por algo lo escribiría, aunque yo no sepa porqué. Sí, en cambio, se porqué empiezo hoy estas líneas con «todos corruptos». Durante años ha sido un tema que no ha preocupado a los españoles, al menos según el CIS. Hoy, de cara a mañana, no hay político que no hable de ello. Sin embargo ¿hasta qué punto preocupa de verdad cuando los eres andaluces, el mayor caso de corrupción de los últimos años, no ha pasado factura?

Vivimos en un país en el que un señor da un crédito a otro con el que mantiene estrechas relaciones. Este ni se lo amortiza, ni le paga los intereses millonarios. Un día llega a ser muy importante y entonces principal e intereses son barridos del mapa mientras reclama céntimos a los demás deudores. Poco después el prestatario le pide ayuda para hacerse más rico haciéndose con una empresa y el favor es concedido. Todo quizá normal entre particulares, pero no entre cajas de ahorros, partidos políticos, con dinero ajeno, sin dueño dixit Carmen Calvo.

Y es así en todo. ¿Cómo entonces vamos a deplorar que un crítico escriba y cobre las notas a un programa de mano y luego firme la crítica de ese concierto? ¿Cómo vamos a asombrarnos de que un alto cargo de una institución se encargue así mismo una obra y después haga la crítica a la misma? ¿Cómo vamos a denigrar que un crítico insinúe que desde su medio conseguirá aumentar las subvenciones oficiales para una institución, firme un contrato con esa institución por cinco veces más de lo que cobra en su medio, y siga publicando en éste las críticas a aquella institución? ¿Cómo puede la justicia mirar a otro lado, máxime ante una persona muy enferma, y no desatascar papeles porque le da miedo meterse en el berenjenal legal que ha creado una consejería de cultura para deshacerse de una persona que le resultaba incómoda al no doblegarse a sus deseos? Unas y otras son formas de corrupción.

Tal vez pensarán ustedes que estas cosas no pasan, que son una exageración... pues son cosas con nombres y apellidos. Ni el arte se salva. ¡Si hasta Venus logró corromper a Tannhauser! Y es que no siempre hay un Wolfram que, frente a la tentación, grite «¡Elisabeth!». «Con mano furtiva saqueé todo cuanto pude» serían hoy las palabras de Tosca en su aria y sin que quede nada de «viví para el arte, viví para el amor. No hice mal a nadie». Y, desde luego, ninguno de los corruptos que nos rodean tendría derecho a cantar, cuando le pescan, el final de esa misma pieza «en la hora del dolor, ¿por qué, por qué Señor, me pagas de esta manera?» y es que, como le respondió el Papa a Tannhauser «si has tenido parte en aquel malvado placer, si te has inflamado en el fuego del infierno, ¡entonces estás condenado por toda la eternidad!» Pero en nuestra legislación sólo hay un delito que no prescribe. Un absurdo más.