Restringido

Todos retratados

La Razón
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La batalla por la democracia supera la acción de cualquier partido y también la del Gobierno. Más allá de las aspiraciones partidarias, era menester una respuesta al desafío rupturista. No hay grietas en la postura de Mariano Rajoy. Alto y claro queda su «no» a Artur Mas y sus compañeros de distintos pelajes ideológicos. Porque su órdago está al margen de la Constitución y de la razón política. Bastan las generales de la Ley. Rajoy podrá pecar a veces de prudente, incluso hacerse trampas en el solitario. Pero conserva la cintura política bien engrasada. Lo evidencia esta ronda de consultas con Pedro Sánchez, Albert Rivera y hasta con Pablo Iglesias para despejar cualquier duda de que el Estado de Derecho actuará hasta el final por la unidad de España. Las sucesivas fotografías en La Moncloa son reflejo de un cambio significativo de estrategia. Claro. El presidente ha buscado aliados frente a un desafío muy preocupante.

La búsqueda de la unidad de acción con otras fuerzas políticas fue largamente meditada por Mariano Rajoy. El entorno monclovita, tal y como ya conté en el artículo «Mensaje de Unidad», publicado en La Razón el 15 de octubre, apostaba por emprender la vía política, por supuesto sin abandonar las consideraciones jurídicas. El presidente comenzó diciendo, entre otros a Soraya Sáenz de Santamaría y a Alfonso Alonso, un «tal vez» para concluir con un «sí, vamos a intentarlo». Era ahora o nunca, en plena cuenta atrás hacia las urnas.

Para valorar el impacto del reciente almuerzo entre Rajoy y Sánchez lo más revelador será descubrir sobre qué elementos carga las tintas los próximos días el secretario general de esa «caja de grillos» llamada PSOE. Si se queda en el «sí» a la política de firmeza, seguirá estable el canal de comunicación abierto. Pero si se recrea en los «peros», creando diferencias entre los demócratas, aviados estamos. En ese sentido, no es para tener demasiadas esperanzas el rotundo mensaje trasladado a sus colaboradores por Pedro Sánchez: «Nada podemos esperar de Rajoy». Cree el líder del todavía principal partido de la oposición, erráticamente, que hacen falta alternativas, cuando en realidad se trata de defender la legalidad o de situarse con quienes la desean destruir. No hay equidistancias ya. Junts pel Sí y las CUP imponen un proyecto antidemocrático ante el que debe oponerse el sistema constitucional. A menudo, cuando uno no quiere que le confundan, es porque el confundido es él. Si algo han tenido de bueno estos encuentros en La Moncloa es que han puesto a cada uno en su sitio. El líder de Ciudadanos tuvo la habilidad de acudir a su cita con Rajoy llevando bajo el brazo un pacto de Estado, incluyendo una prohibición expresa de gobernar de la mano de quienes pretenden romper España. Rivera demostró tener los reflejos del que está en la «pomada» política, lo que le permite conectar con la calle con normalidad. En buena medida, le levantó a Rajoy el programa electoral sobre el modelo de Estado, de convivencia y de garantía de derechos y libertades.

En sentido contrario hay que valorar la nueva torpeza de Podemos. Otra frivolidad más de Iglesias. A quien da alas su «tender puentes y no levantar muros» y su referendo de independencia vinculante es a los secesionistas. Pero, al menos, todos se han retratado.