Cristina López Schlichting

¡Tohil, espabila!

¡Tohil, espabila!
¡Tohil, espabila!larazon

Un chiste famoso compara a los ministros de obras públicas de varios países. «Otto, ¿de dónde has sacado un yate tan impresionante?», le preguntan al alemán. «De las comisiones para la construcción de la presa de Wupperthal». «Y tú, Giorgio, ¿cómo puedes tener un avión?». «Gracias al puente de Verona». Cuando llega el turno del español, éste entreabre la ventana de su palacio: «¿Veis esa carretera?». «No, Pepe, no se ve nada». «¡Pues por eso tengo esta finca!». Somos los campeones del embuste. En los tiempos de los Mas, Pujol, Bárcenas, Bonos, o Eres, qué les voy a contar. Pero aunque nos encante despotricar contra nuestros políticos, nos parecemos mucho a ellos. Nos chifla lapidar folclóricas que defraudan, mujeres de toreros que falsifican o ministros que meten la mano, pero en este país no hay fontanero que no te ofrezca la factura sin IVA, panadería sin contabilidad B ni paisano que no intente triquiñuelas con Hacienda. Se me dirá, ¡pero no hay color! Claro, cada uno miente y escamotea según sus posibilidades. Aquí hay obreros en eterna formación sindical, funcionarios ilimitadamente enfermos y chicas que llegan desde la cama del director de la Fundación Ideas a directoras del Instituto Cervantes. No es de extrañar que el líder de los estudiantes no sea estudiante. Lo único que le reprocho a Tohil Delgado es que anda corto en su carrera. A sus 28 años, Amy Martín ya destacaba como directora de cine con gruesas subvenciones de Cultura y, a la misma edad, María José Campanario llevaba cinco casada con Jesulín. Tohil no da ni chapa (hasta ahí vamos bien) pero apenas recibe (que sepamos) más de 1.000 euros anuales por participar en el Consejo Escolar. Con eso no vamos a ningún lado. Le recomiendo a este lince de las academias que se compare con Don Jordi Sardá Bonvehi, que recientemente logró hacerse pasar por representante de Fenosa y firmó con el primer ministro ucraniano, Mykola Azrov, un contrato para la construcción de una planta de gas licuado en el Mar Negro por 850 millones de euros. Los señores de Fenosa han tenido que aclarar que ni conocen a Don Jordi ni saben que hacía en el Mar Negro, con el consiguiente disgusto para el jefe de Gobierno, pero de Don Jordi y su comisión en estos momentos no se sabe nada. Por las fotos, el pollo no llega a los cuarenta. Tohil, por el contrario, tiene edad de sobra para cobrar ayudas millonarias, presidir un ramo sindical o llevar una sección de partido. No está ya para correr por las calles.