Restringido

«Toro, I am sorry»

El pasado 20 de febrero se estrenó en España la película de animación «The book of life», originalmente titulada «The Matador». Producida por la Fox, ha recaudado hasta el momento 95 millones de dólares en los dieciséis países donde ya se ha comercializado. Las intenciones de su argumento son explícitas. Sólo hay que escuchar el tema central de su banda sonora, «Toro, I am sorry»:

Toro, estoy avergonzado.

Esta noche comprendo

que tu sangre azul nunca fue concebida para decorar la arena.

Sufriste una gran injusticia, como otros miles antes que tú.

Te ofrezco una disculpa, tanto tiempo pendiente.

Toro, estoy asustado,

pero usaré mi último aliento

para pedirte perdón.

Vamos a acabar con esta danza de la muerte,

con los dos siglos de agonía a la que os sometimos.

Aquí y ahora, con mi arrepentimiento termina la matanza sin sentido.

La ingeniería de almas que proyecta el guión de la película calará en cientos de miles de niños españoles, que asociarán las corridas de toros con un crimen del que hay que arrepentirse. Pero, ¿qué piensa en realidad la comunidad científica sobre la relación entre infancia y tauromaquia?

«The Lancet», la revista médica más prestigiosa de Europa, ha avalado la inexistencia de repercusiones psicológicas de las corridas de toros en los niños. En un artículo titulado «Children unaffected by attending bullfights», publicado el 7 de agosto de 1999, «The Lancet» corroboró que «no hay razones empíricas suficientes para sustentar científicamente la prohibición de entrada de los menores de 14 años en las plazas de toros». El artículo precisaba que «es difícil la identificación del niño con la violencia cuando lo que ve es la lucha y muerte de un animal, en un ambiente festivo, de forma esporádica, con unas reglas del juego aceptadas y con una aceptación social del entorno».

Estas conclusiones se extrajeron de varios estudios independientes realizados por grupos de investigación multidisciplinares formados por psiquiatras, psicólogos y sociólogos de cuatro universidades distintas. Los informes científicos fueron supervisados y valorados favorablemente por el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa Odriozola. Tras destacar la rigurosidad metodológica de los cuatro estudios, el profesor Echeburúa, autor de 32 libros y más de 400 artículos científicos, concluyó que «no se puede considerar peligrosa la contemplación de espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica, voluntariamente y acompañados de adultos que tienen actitudes positivas ante las corridas de toros».

«The Lancet» es obviamente ajena a cualquier interés taurino. Su editor jefe desde 1995 es el doctor británico Richard Horton, y la revista sólo publica resultados obtenidos en investigaciones acreditadas por su exigente consejo editorial. El artículo citado constituye una sólida reivindicación de la asistencia de menores a las plazas de toros y de su formación en las escuelas taurinas.

A pesar de la evidencia científica, el lobby antitaurino aprovechará la película para insistir en su campaña de acoso a la tauromaquia. La Internacional Animalista encarna los intereses de una industria que, según el banco de inversión Brown Gibbons Lang & Company, obtiene anualmente más de 100.000 millones de dólares con las ventas de productos relacionados con el cuidado y la alimentación de las mascotas. Un volumen de negocio superior al PIB de 130 países del mundo y que, en plena recesión, ha seguido creciendo a una tasa sostenida de dos dígitos. Tal supremacía económica permite que las cuatro compañías multinacionales que controlan el 80% del mercado global (Mars, Nestlé Purina, Del Monte y Hill’s) dispongan de un excedente financiero capaz de engrasar la maquinaria de fundaciones y ONG vinculadas al movimiento animalista.

Expertos del sector atribuyen el crecimiento exponencial de este mercado a la estrategia de humanización de las mascotas, favorecida por la propia industria con el objetivo de aumentar la disposición a pagar de los consumidores y reforzar así su poder monopolístico. De acuerdo con el «Pet Owner Survey» de 2013, un 83% de los propietarios de mascotas las consideran un miembro más de su familia y un 35% se refieren a ellas como hijo o hija. En esta partida, la tauromaquia representa el enemigo a batir más simbólico y mediático. El canon anglosajón que amenaza la diversidad cultural del planeta ha situado en su punto de mira a este vestigio mediterráneo que son las corridas de toros.

Como ya hiciera Disney con el corto de animación «El toro Ferdinando», ganador de un Oscar en 1939, «The Book of Life» contribuirá a expandir una imagen distorsionada de la relación del hombre con los animales y una pueril visión de la vida real de un toro. Frente a la fe animalista, supersticiosa y sectaria, sólo cabe oponer ciencia y libertad. Si perdemos esta guerra, y la estamos perdiendo, que no sea por falta de argumentos. Los tenemos. Pero hay que esgrimirlos.