Alfonso Ussía
Tortugas
Pocas veces me he enfrentado con tanta desgana a un partido del Mundial de Fútbol. Los cursis dicen «los mundiales» de Brasil, como si se disputaran diferentes campeonatos del mundo simultáneamente. Tan acusada era mi desidia que unas tortugas gigantes en un canal dedicado a la naturaleza me robaron cinco minutos del partido entre España y Holanda. Conecté cuando Sneijder se quedó solo ante Casillas, disparó mal, Casillas detuvo sin gran esfuerzo el balón y un comentarista de «Tele-Carbonero» motejó de «santo» al portero de la Selección de España, a la que el mismo comentarista denominaba con indómita emoción «la roja», que no era tal porque los futbolistas españoles vistieron de blanco, e ignoro el motivo.
Minutos después, el brasileño Diego Costa vestido de blanco, simuló una falta en el área holandesa y Xabi Alonso lanzó el penalti y marcó un gol. No lo escribo a toro pasado, pero mi emoción fue muy descriptiva. En otra ocasión lo habría celebrado con más entusiasmo. Yo mismo me sorprendí con mi frialdad.
Aburrimiento total. A punto de volver a las tortugas gigantes. Un buen pase de Iniesta y Silva que intenta una monada y falla lo que parecía el segundo gol de España. Inmediatamente, un pase magnífico de un holandés y Van Persie, desde el borde del área, cabecea un balón que sale bombeado y empata. Casillas en el jueves del área. Como en Lisboa. El comentarista principal –el único que sabía de fútbol era Kiko Narváez–, no se atrevió o no quiso reconocer que el portero español volvió a dar el cante.
Durante el descanso, más tortugas. Me asombra el jugo que sacan los naturalistas de las tortugas. No obstante, me pareció muy interesante el reportaje en determinados aspectos. Por ejemplo, que las tortugas gigantes necesitan de dos horas para recorrer cien metros, más o menos lo mismo que Xavi Hernández, por poner un ejemplo sujeto a la actualidad. Y de nuevo al partido.
Segundo, y estupendo gol de Holanda. Robben. Minutos más tarde, centro sobre el área española, Casillas a por uvas, y tercer gol. El comentarista en jefe indignado por una presumible falta al intocable portero del periodismo deportivo español. Con falta o sin ella, Casillas ni se enteró. Aún lloraba el comentarista por la pupa de Casillas y el fallo colectivo de la defensa española, cuando un español cedió el balón al Santo, el santo lo controló mal con el pie, llegó Van Persie, se la quitó con facilidad encomiable, y a puerta vacía nos cascó el cuarto. En el banquillo español un cierto grado de asombro. Algunos jugadores suplentes miraron a De Egea, el portero que fue del Atlético y hoy es del Manchester United, y al que Del Bosque ha llevado a Brasil no se sabe para qué. La verdad, es que el partido ya estaba perdido y nuestros futbolistas se arrastraban. De todos es sabido que el clima de España es mucho más frío que el de Holanda, que las playas más concurridas de Europa son las holandesas, y que las insolaciones en Amsterdam son más frecuentes que en Écija. De ahí, que los holandeses siguieran corriendo y los nuestros no pudieran con el bolo, que vayan ustedes a saber en qué consiste el bolo. A esto, el comentarista, al fin, se atrevió a criticar con dureza a Casillas, del que dijo «que no había estado del todo afortunado». De haber sido más duro, podría haber perdido el empleo. Eso sí, insistía con «la roja» cuando la única camiseta roja sobre el césped era la del árbitro.
Y llegó el quinto. Gran gol de Robben que regateó a Casillas y a dos defensas y disparó a placer pecaminoso. Lo escribí días atrás. Han pasado cuatro años, y aquellos ya no son lo que eran. Para mí, que el gran error de Vicente Del Bosque ha sido su elección. Visto lo que se ha llevado a Brasil, se echó de menos a Gento. Cambié de canal. Ahí seguían las tortugas.
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