Lucas Haurie
Trinque sindical
El levantamiento del secreto del sumario del «Caso ERE» ha ahondado más todavía en el desprestigio de los sindicatos, hazaña que parecía complicada por las simas de podredumbre escarbadas por éstos desde que la añorada pareja Camacho & Redondo legase la dirección de sus organizaciones a quienes parecen tener voraz zarpa rapiñadora en lugar de honrada mano de trabajador. «No se os puede dejar solos», clamaba la efigie del general Franco en la portada del libro «Y al tercer año resucitó», de Fernando Vizcaíno Casas, y algo parecido deberían decir ahora los históricos dirigentes. Porque de la evangélica pobreza que predicaron con su laico ejemplo, nada queda, y menos aún de su único afán: la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Contra la tozudez de los hechos, las tristes versiones hodiernas de CCOO y UGT sólo objetan la pertinacia del desmentido. Incluso concediéndoles la legalidad de sus prácticas, que es mucho conceder, ¿no les queda vergüenza ni para reconocer como inadmisible su costumbre de cobrar una mordida por cada despido pactado? Los militantes de buena fe, si es que alguno pervive, tendrían que preguntarse con Bob Dylan (va traducido para que Carbonero y Pastrana lo entiendan). ¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo que simplemente no ve? Pues se plantaron dos propios en el Congreso para calificar como impecable el cobro de más de siete millones de euros a cuenta del engorde masivo de la cifra de desempleados. No es concebible tal renuncia a los principios ni tolerable tal despliegue de cinismo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar