Julián Redondo

¿Tú también, Messi?

Ahora que el ojo que todo lo ve no se cierra nunca, resulta difícil eludir su pertinaz vigilancia. Somos protagonistas involuntarios de «El Show de Truman» elevado a una potencia interestelar. Con la televisión, la radio, los periódicos de papel y los digitales, las innumerables webs y redes sociales como Twitter y Facebook, todo queda, aunque lo nuestro es pasar. La galopada de Mourinho a lomos de José Callejón, secuencia impagable que dio la vuelta al mundo en cuestión de minutos, resulta que ahora desacredita al jugador para aclarar lo que ha visto y lo que ha oído.

Al término del último Madrid-Barça –sólo controvertido a pos-teriori porque estos clásicos todo lo inflaman–, Callejón fue testigo en el túnel de vestuarios de cómo «Messi le decía a Karanka que era un muñeco de Mou», y creyó a quienes denunciaron que el argentino increpó «hora y media después del partido a un compañero», Arbeloa. Lo contó Irene Junquera en «Punto Pelota», «le llamó bobo» delante de su mujer, que le acompañaba en el coche.

Seguro que no es casual que en uno de los partidos más flojos de Messi en la temporada le traicionara el demonio «que todos llevamos dentro». Y no ha sido la primera vez. Escupió a Duda; otros salivazos suyos son difíciles de adjudicar; ha tenido más que palabras con algún canterano; enfados con Villa y Alexis... Todo lo cual le convierte en un ser humano, ni mejor ni peor que otros deportistas, sin que por ello sus fabulosas virtudes balompédicas pierdan fuste. A la pregunta ¿tú también, Messi, hijo mío?, sólo cabe una respuesta: sí, también él.