Manuel Coma

Ucrania se debate entre la partición o la guerra

Ucrania sigue debatiéndose entre la hipótesis de la guerra civil o de la partición. La atención que internacionalmente suscitan los acontecimientos ucranianos muestra la importancia estratégica del país. Ahora e históricamente quien más afectada se siente es Rusia, para la que los ucranianos son algo así como rusos de segunda, pero rusos, y esto, por más que duela en buena parte de Ucrania, no deja de tener su parte de verdad. En ese sentido Putin es el epítome de las posiciones tradicionales de Moscú. El vecino ha sido siempre la parte más importante del imperio tanto zarista como soviético, y sin él el más acariciado proyecto de Putin, aglutinar en algún tipo de unión, empezando por la aduanera, a buena parte de los países desgajados, se convierte en inviable. Para ello le bastaría, y esa es su aspiración, con «finlandizar» a Kiev. A los fineses no les gustaba la palabra que tanto se usó durante la guerra fría. Era libres, lo que no dejaba de ser una hazaña con tan incómodo vecino, pero siempre cuidando esmeradamente una neutralidad que no de molestase en nada a Moscú. Putin se inmiscuye descaradamente en la política ucraniana, pero una intervención militar serían palabras mayores. Es razonable pensar que su aventura guerrera en agosto del 2008 en Georgia, amputándole dos regiones, miraba con un ojo hacia los ucranianos, que por entonces, como los georgianos, tenían puestas sus esperanzas en ingresar en OTAN. No sólo les advertía de lo que cabía esperarles, sino también les exponía la desgana occidental para intervenir. Estados Unidos estaba todavía en Irak. Obama necesita y mucho, un mínimo de colaboración rusa en Siria y e Irán, sin contar con la dependencia en buena parte de lo que se refiera al aprovisionamiento de Afganistán, incluida la retirada. Europa, sin liderazgo americano no cuenta y esa es la situación. El tándem París-Bon se ha ido debilitando cuando la capital alemana volvió a Berlín. Francia buscó una «entente» militar con Inglaterra, que arrastró a ésta a Libia, pero la única que puede mandar un tanto es la señora Merkel, que tampoco quiere romper con Putin. Y éste no se moverá hasta que pasen los JJ OO.