José María Marco

Ultima ratio regis

La Razón
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En la entrevista publicada el domingo en LA RAZÓN, el ministro de Defensa recordaba la expresión que Carlos III hacía inscribir en sus cañones: «Ultima ratio regis», o «última razón del rey». La expresión se puede interpretar como la afirmación de una determinada política de la que las Fuerzas Armadas salen garantes. O bien se puede interpretar, como insinuaba el ministro Pedro Morenés, como la disposición a defender el orden que permite la política: en nuestros regímenes democráticos liberales, el pluralismo. En otras palabras, y por remontarnos hasta una de las fuentes del pensamiento político moderno, los cañones vienen a defender la soberanía.

Al cultivar la desconfianza política hacia las Fuerzas Armadas, se sugiere que el Ejército está politizado, que no puede ser de otro modo porque todo refleja una posición política particular, y que lo conveniente es ponerlas al servicio de una buena (por no decir nueva) política: politizarlo correctamente. Pues bien, no hay una politización correcta del Ejército. Por eso, cuando se sugiere que las Fuerzas Armadas están politizadas sin que se pueda demostrar esa afirmación en un sentido concreto, lo que se manifiesta es que se quiere politizarlas. En la entrevista, el ministro describe una realidad bien distinta: la de un Ejército que defiende el orden democrático y liberal –es decir, pluralista– porque se encarga de defender la soberanía de la nación, que es la que hace posible la expresión de un orden como aquel en el que los españoles hemos querido vivir, por lo menos hasta ahora.

De aquí se deducen varias consideraciones. Una es que la Seguridad requiere un pacto que dé continuidad a las grandes líneas de defensa. Otra es que en un mundo inestable, la defensa de un país tan abierto y estratégico como el nuestro requiere algo más que presupuestos mínimos. Los aumentos de dotación, aunque pequeños, van en la buena dirección. Otra consideración se refiere a lo que se llama la «cultura de la defensa», poco promocionada en nuestro país, donde las Fuerzas Armadas están entre las instituciones más valoradas, pero también entre aquellas que más desconfianza suscitan en sectores de la población empeñados en seguir viviendo más de cuarenta años atrás, en un régimen nacionalista cuando –es lo que resulta atractivo- los símbolos nacionales estaban ultrapolitizados. En vista de la austeridad en la que viven las Fuerzas Armadas, el Ministerio no puede estar en todos los frentes. Razón de más para darle a esta cuestión la categoría nacional que le corresponde.