Enrique López
Un buen juez conservador
Este fin de semana ha muerto el juez conservador de la Corte Suprema de Estados Unidos Antonin Scalia, al que tuve la suerte de conocer. Ha sido un juez en el que concurría una gran inteligencia con una impresionante dialéctica que ejercía con una maestría inigualable frente a sus colegas liberales del Alto Tribunal. Fue nombrado por el presidente republicano Ronald Reagan en 1986, porque no olvidemos que en Estados Unidos los jueces de la Corte Suprema los nombran los presidentes; los jueces ostentan un cargo vitalicio y, por ello, ahora se abre una batalla en Washington, puesto que le correspondería al presidente Obama nombrar a su sustituto, y este presidente ya ha nombrado a dos jueces del Tribunal Supremo, obviamente liberales, como lo son Sonia Sotomayor y Elena Kagan. El problema es que si Obama nombra en lo que le resta del mandato a un juez, lógicamente demócrata, desequilibraría el Alto Tribunal formado por nueve jueces, ocho asociados y un presidente, y por ello Mitch McConnell el líder de la mayoría republicana en el Senado –órgano ante el que comparece el candidato propuesto por el presidente–, ha manifestado que el presidente Barack Obama no debía nombrar a ningún juez a pocos meses del final de su presidencia. Actualmente el Alto Tribunal lo forman cuatro liberales y cuatro conservadores. Imaginemos esta misma crónica en España: pobre juez el nominado, sería puesto en cuestión desde su nombramiento y, lo que es peor, al ser su nombramiento consecuencia de un acto personal del presidente, cualquier causa en la que estuviera involucrado el partido político al que perteneciere el Presidente, sería recusado, sobre todo si es conservador. Afortunadamente para los norteamericanos allí no ocurre esto, la batalla política se libra antes del nombramiento, pero una vez nombrado el juez es respetado por todos los políticos, incluido el partido rival al de aquel que le nombró, y lo que es más importante, por los medios de comunicación, que, si bien como en España utilizan los términos de conservador y liberal para calificar a los jueces, no los descalifican como ocurre desgraciadamente en nuestro país. La sociedad norteamericana vive esto con una normalidad institucional, y lo es gracia al ejercicio de responsabilidad que ejercen sus medios de comunicación, algo inversamente proporcional a lo acontecido en nuestro país, donde algunos periodistas, no todos, y sé de lo que hablo, se han erigido en censores de la labor judicial y, sobre todo, en jueces de jueces, convirtiendo a unos en buenos y a otros en malos. A veces, con una gran esfuerzo de intelectualidad acuden a símiles automovilísticos, calificando a unos, los más amigos, de «ferraris» y a otros, los que no les caen bien, de «seiscientos». Hoy en día la independencia de los jueces no está comprometida por los políticos, sino por lo que determinen algunos medios de comunicación, y hay jueces que ya empiezan a ser muy sensibles en sus decisiones a lo que opinen los medios, y se sustraen a la presión que supone tomar decisiones que no agradan. Por cierto, los «seat seiscientos» supusieron el mayor factor de desarrollo de nuestro país.
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