Francisco Marhuenda
Un candidato que el PP no debería minusvalorar
Pedro Sánchez es el nuevo secretario general del PSOE y ahora comienza la etapa difícil. Hasta el momento sólo ha ganado unas primarias, ya que el Congreso Federal era un mero trámite. No lo tuvo fácil, porque Rubalcaba y el aparato se volcaron en su contra, pero finalmente consiguió imponerse con claridad y avalado por una importante participación de los militantes. Las batallas internas en los partidos interesan sobre todo a los militantes y a los periodistas, que nos ofrecen buenas noticias y titulares. Ha acertado con la formación de una ejecutiva sólida que obtuvo el aval del 86 por ciento de los delegados. Lo fundamental es que el partido está ilusionado en esta nueva etapa, lo que no sucedía con Rubalcaba y su equipo. Es una lástima para el PSOE que este proceso no tuviera lugar en 2012, ya que se ha perdido un tiempo muy valioso, pues la recuperación económica favorece a Rajoy. Todo indica que a partir de ahora los datos económicos serán positivos y viviremos una creación de empleo tan significativa como sostenida. A pesar de ello, el PP se equivocaría si se instalase en el valor de las cifras y optase por un perfil técnico en el Gobierno. Lo que podía ser útil hasta el comienzo de la recuperación puede ser letal con un candidato que podría traer ilusión al centro izquierda y recuperar los votos que ha perdido el PSOE. Es evidente que una parte del electorado del PP está cabreado, y es posible que lo siga expresando en las municipales y autonómicas, así como en las generales. Tanto Rajoy como Sánchez tienen el mismo reto: recuperar la credibilidad con sus votantes. El nuevo líder socialista ha optado por un mensaje radical de izquierdas que le aproxima a IU y Podemos para «salir al encuentro de los indignados», los sindicatos y los votantes desencantados. Hasta ahora las elecciones siempre se han ganado desde el centro, y la «indignación» irá bajando con la recuperación económica. Tiene la ventaja de no estar atado a los errores del pasado y, al igual que González y Zapatero en su día, no tiene experiencia previa de gobierno. En cambio, Aznar y Rajoy llegaron a la presidencia con el aval previo de haber gestionado con éxito y haber superado dos oposiciones muy difíciles inspector de Hacienda y registrador de la propiedad, nada más acabar la carrera.
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