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Un cierto alivio

La Razón
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En Cataluña ha cedido la tensión y en toda España ha habido un cierto alivio. Los agoreros enmudecen. Cede el alboroto callejero en Barcelona. Los equidistantes y calculadores cambian rápidamente de bando. Hasta Podemos lo intenta. Los vecinos vuelven a saludarse. Los mossos acatan el relevo y las órdenes. Los despachos de la Generalitat funcionan con normalidad. Los independentistas aceptan de hecho su derrota y concurrirán a las elecciones autonómicas. La rocambolesca fuga de Puigdemont con un grupo de los suyos a Bruselas huyendo de la Justicia ha desconcertado a muchos seguidores suyos y es motivo general de chanza del español corriente. Lo que queda por aclarar es quién paga la factura de este viaje, vía Marsella, a la capital de Europa.

En ninguna cancillería europea se van a creer lo de la persecución política. Ni siquiera en la Bélgica flamenca es bien recibida la triste comitiva. Es normal que le echen en cara al ex presidente de la Generalitat que haya huido dejando abandonado a su pueblo después de declarar la independencia. El pobre Puigdemont quedará para siempre como un político esperpéntico, marrullero, sin categoría y sin dignidad. Se ha convertido en un personaje de cómic. Y seguramente seguirá enredando mientras tenga cuerda, que ya le queda poca.

Es la hora de la Justicia. Alguien tiene que pagar los platos rotos. Los responsables de semejante desatino, que tanto daño ha hecho al pueblo catalán, darán pronto cuenta de sus actos. El Supremo ya ha tomado cartas en el asunto y la activista Carme Forcadell, presidenta del Parlamento, con bien ganada fama de viborilla de la independencia, no tardará mucho en sentarse ante los jueces del alto tribunal. Eso no hay quien lo pare. Ni Rajoy, ni el sursumcorda. Aquí hay separación de poderes. La Justicia seguirá su camino, lento pero implacable, aunque sus resoluciones rompan el sosiego político, más necesario que nunca ante las importantes elecciones del 21 de diciembre, víspera de la lotería. En Navidad los españoles brindaremos con cava catalán si todo sale como está previsto, según el oráculo de las encuestas. Previsiblemente, «los Jordis» se comerán el turrón en casa. Creo que la superación del inquietante psicodrama catalán, con el desconcierto y decepción de los románticos de la independencia, va a hacer difícil que en unos años los promotores de una imposible Cataluña independiente vuelvan a la carga con acogida popular favorable. Les va a costar.