Bruselas

Un hombre solo

La Razón
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Ay, Carles, si usted hubiera sabido lo que se le iba a venir encima, ¿habría sido siquiera alcalde de Girona? Cuando ostentaba aquel bastón de mando, ¿quién le iba a decir lo que le esperaba? Aquellos sí fueron tiempos luminosos para el independentismo rebelde, ex president. Tiempos de lucha épica por unos ideales, de proselitismo ideológico sin cortapisas, de esteladas en alto, de desobediencias continuas al Estado español. De irrealidades, visto lo visto. ¡Idearon ustedes, incluso, un ejército con 22.000 efectivos! ¡Y una portada para los presupuestos de la República catalana! Qué cracks. Quemaban sus secretos en incineradoras, hacían castillos en el aire. A partir de octubre, de la mano de la consulta ilegal, llegó su maléfico punto de inflexión vital. Miles de empresas huían del desastre y, en la calle, afloraba a veces lo peor del ser humano. En medio de la confusión y las caceroladas salieron a los balcones todas las banderas, oficiales y no. Surgió, incluso, la idea brillante de crear Tabarnia, el colmo ya del surrealismo ibérico. Esto se nos ha ido de las manos, ex president. Cuánta intensidad en tan poco tiempo.

Observo hoy su mirada, todos sus sueños se desvanecen. Se siente usted desorientado, herido grave de traiciones, insólitamente pospuesto por Esquerra como candidato a la presidencia de la Generalitat. Alentado, en cambio, por los radicales de la CUP. Y claro, se sabe muerto en vida y le salen del alma mensajes derrotistas que, me temo, ya todos hemos recibido. Ni el mejor creador de culebrones podría haber ideado un guión mejor. Me tiene usted enganchada al melodrama «Un hombre solo». A su siguiente capítulo. ¿Sabe qué pienso? No se moleste, le percibo como un inocente de manual. ¿Cómo pudo confiar en Toni Comín? Dígame la verdad: ¿estamos ante un posado o un robado? ¿Debo esperar esa respuesta en el próximo capítulo? Se ve que algunos maquinan desde hace tiempo para quitarle a usted de en medio. Me lo imagino, Carles, sumamente rabioso al pensar en Rajoy, en ese hombre que apenas mueve su timón pero sale bien parado, maldita sea. Me lo imagino pensando en cómo mejorar su reputación lo que le queda de vida. Me lo imagino hoy, caminando por un bosque belga, desdibujado, en soledad. Errantes usted y los suyos. Fantasmagóricos. Sabiendo que, desde hace algún tiempo, sus vidas discurren en un limbo diabólico, en una cárcel telemática llamada Bruselas.