Casa Real

Un líder en Davos

La Razón
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Algunos pensaron centrar el debate en si el Rey Felipe VI pronunciaba su discurso en castellano, el idioma propio –como hacen los líderes mundiales habitualmente–, o en inglés. Pero quizá porque siempre es bueno pensar en los que escuchan, lo hizo en correcto inglés. En la cumbre se toman decisiones, a veces con mucho tiempo y antelación. Se habla, se escucha, se comentan discursos y se cruzan datos. Y los últimos no eran muy favorables. El Fondo Monetario Internacional acababa de anunciar la bajada en sus previsiones de crecimiento para España por la crisis catalana. El dinero se permite pocas bromas.

Eso eran las circunstancias y las formas pero, para una vez que un Jefe del Estado español, acudía a Davos, podía estar justificado que fuera una intervención de circunstancias: sin preguntas posteriores, como fue ésta, y cantando las excelencias de nuestro turismo y alegría de vivir. Pero no. Tampoco el Rey de España iba a hacer un discurso fácil y, quizá por eso, Felipe VI entró a matar. Dijo que la Constitución española no era un adorno –«un objeto decorativo»– sino «la auténtica expresión de la voluntad de nuestros ciudadanos y un pilar fundamental de nuestra coexistencia democrática». Ése fue el preámbulo para hablar de Cataluña: «Hemos asistido a un intento de socavar las reglas básicas de la democracia». A los españoles ya nos sonaba aquello. Pero allí españoles había pocos. El centro de Congresos del Foro Económico Mundial escuchaba el análisis del soberano español. «La lección que hay que aprender de esta crisis, una lección no sólo para España, sino para las democracias en general, es la necesidad de preservar el respeto a la ley como uno de los pilares de la democracia y el respeto al pluralismo político y el principio básico de la soberanía nacional que, de hecho, pertenece a todos los ciudadanos». Aquello ya afectaba a todos. Antes se había reunido con el presidente de la empresa Alibaba, Jack Ma, y había escuchado la intervención del presidente de Brasil, Michel Temer. Luego vendrían Emmanuel Macron, Angela Merkel, Paolo Gentiloni, Jean-Claude Juncker y el rey Abdalá de Jordania. Pero lo importante ya no fue lo que hizo el Rey de España sino lo que otros dijeron de él. Y en este mundo global, donde los líderes escasean por el oportunismo político, el Rey nos volvió a meter en la fiesta de los ricos. De los que deciden. De los que mandan.