Restringido

Un simulacro

Todo es un simulacro. Una acción con la que se realiza aparentemente lo que se dice, pero sin serlo en realidad; o, lo que es lo mismo, la simulación de una acción de emergencia a manera de ensayo. Pues eso. Nada es lo que parece en Cataluña. Ahora Artur Mas propone un simulacro de consulta el 9-N. Antes impulsó un referéndum de autodeterminación bajo el simulacro de una consulta no refrendataria. El simulacro del 9-N, que más parece una astracanada, en realidad es una preparación para unas elecciones plebiscitarias. Después de tanto simulacro, los que han sido hasta ahora sus socios se han cansado, han caído por fin del burro y se han convencido de que Mas, heredero y valido de Jordi Pujol, no pasa de ser un simulacro de político. Y que no es de fiar. Le ponen como no digan dueñas. Basta con oírles y observar los portazos después de las reuniones interminables. Él sabía de sobra desde el principio que el referéndum era imposible. ¿Qué pretendía con tanta confusión, tanto simulacro y tanta agitación interesada? A juzgar por la frustración generada, por el descrédito entre los que han sido sus socios hasta ahora, por el riesgo en que ha puesto a su partido y por el fracaso objetivo de su política, en vez de jugar a montar más simulacros, la única salida razonable que le queda, si aún tiene algo de dignidad y un poco de astucia, es largarse con viento fresco. Pero puede que no todo sea tan inexplicable, tan reducido al absurdo. Decía Leibnitz que no hay nada sin razón suficiente. Hay quienes piensan que todo este gigantesco simulacro pretendía tres cosas: en primer lugar, estirar la cuerda al máximo para forzar después concesiones políticas y económicas del Gobierno, al que ahora le echa la culpa de todo ante los enardecidos ciudadanos catalanes. Es decir, forzar un paso más hacia la independencia. En segundo lugar, ocultar bajo la bandera estelada y las «uves» callejeras su mal gobierno y las verdaderas necesidades y preocupaciones de la gente. Y, en fin, los más maliciosos sospechan, no sé con qué fundamento, que con tanto simulacro colorista –¡y victimista!– lo que pretende es desviar la atención de la corrupción política de su partido, que no ha hecho más que aflorar con el «caso Pujol». En resumidas cuentas: un ensayo general con todo, una falsa alarma.