César Lumbreras

Un sueño

Ayer soñé que, de pronto, estaba en el Gobierno un político que, para dar ejemplo, antes de subir los impuestos, que es lo fácil, gastaba mejor los recursos económicos de los que ya disponía y racionalizaba el gasto. Ayer soñé que la ministra de Trabajo no subía las cotizaciones sociales a los empresarios y trabajadores, porque eso resta competitividad a las empresas españolas. Ayer soñé que esos brotes verdes, llamándolos así o de otra manera, de los que nos han hablado una y otra vez en las últimas semanas se trasladaban al ciudadano de a pie y nos bajaban las tasas y los impuestos. Ayer soñé que entre unas cosas y otras podíamos aflojarnos un poco el cinturón. Ayer soñé que lograba entender lo que sucede con la Justicia, uno de los grandes problemas que tenemos, y que comprendía las razones de un juez para decir que sí a una manifestación y las razones de otro juez para decir que no a la misma manifestación en menos de veinticuatro horas. Ayer soñé que ... justo en ese momento se acabó el sueño, me desperté y me encontré con la cruda realidad. Nada de lo soñado era real, eran, sólo eso, sueños y ya se sabe que los sueños sueños son. Ya bien despierto, no puedo por menos que pensar en algo que parece de sentido común: si tenemos algunos brotes verdes, como se desprende de ciertos indicadores macroeconómicos, digo yo que deberemos cuidarlos. Un ejemplo: si funcionan las exportaciones (ojo a las próximas cifras) será gracias a que somos competitivos. ¿Vamos a continuar siéndolo con precios de la energía eléctrica más caros o con cotizaciones sociales más altas? Pues creo que no. Ésas no son maneras de mimar a los brotes verdes.