Martín Prieto

Un «tupa» en Madrid

No sé si el presidente uruguayo, ayer de visita oficial en Madrid, se presentó ante Mariano Rajoy de traje, pero no llevó la corbata que aborrece. José Alberto Mujica Cordano (78) es un agricultor autárquico doblado en personaje del realismo mágico que en aquellas tierras no es más que cotidianeidad. En el río de la Plata es temido por sus deslices a micrófono abierto llegándosele a oír «...estos argentinos son todos una magna de ladrones» y recientemente «...el tuerto (por Ernesto Kirchner) al menos hacía política pero la vieja viuda es terca como una mula». La susceptibilidad argentina lo ha dejado por imposible. En los años sesenta abandonó sus peonadas para pasar a la clandestinidad ingresando en los «Tupamaros» (por Tupác-Amarú, caudillo indígena ajusticiado por los españoles) fundados por el abogado Raúl Sendic, quién tras liderar un sindicato agrario se convenció de que sólo podría avanzar mediante una guerrilla urbana que llegó a ser mítica. Sus zulos, diseñados por arquitectos e ingenieros, eran inexpugnables. ETA mandó a Montevideo a sus peritos para copiarlos y la galaxia etarra sigue siendo entendida en Uruguay como la resistencia a una dictadura militar. «Pepe» Mujica recibió seis tiros, fue apresado cuatro veces y llegó a fugarse del mítico penal de Punta Carretas. De quince años en la cárcel, trece lo fueron consecutivos en crueles condiciones hasta la caída del general Goyo Álvarez y la posterior amnistía política. Los milicos «tenían a los tupas como rehenes cuya vida dependía de que sus camaradas prosiguieran con los asesinatos y los secuestros». A Séndic, con la boca atravesada de un balazo, lo mantuvieron años encerrado en un aljibe en desuso de la prisión. Al general Líber Seregni, represor de algaradas estudiantiles, le degradaron, torturaron y mantuvieron sine die en una penitenciaría sólo por entender en privado que la antaño Suiza americana precisaba de cambios sociales.

Con la democracia restaurada, los «Tupamaros» mutaron en el movimiento Frente Amplio, participando Mujica en una de sus facciones, libertad interna común en la política iberoamericana y que en España no entendemos. En 2010 «Pepe» se alzó con la presidencia de la República Oriental de Uruguay con más del 52% de los votos. Como recuerda la escritora Carmen Posadas «El Paisito», Estado-tapón entre Brasil y Argentina trujimaneado por los ingleses, es el único denominado geopolíticamente porque es una República al oriente del río Uruguay. Mujica sigue habitando su chacra con su mujer Lucía Topolansky, primera senadora de la nación, dedicados al negocio del cultivo de flores, sin aparecer por el palacio presidencial. Quizá la plantación sea de marihuana, porque la ha legalizado. El 90% de su sueldo lo dona a obras sociales y se traslada sin escoltas en un VW Escarabajo del 87. Aseguran que es vegetariano aunque ser herbívoro en Uruguay y en Argentina es pecado de lesa patria. De la guerrilla armada a una democracia intachable. Habrá olvidado Mujica el socialismo utópico, porque Uruguay carece de mercado interior, es pobre aunque exporta más carne que Argentina y cuida al turismo de alto «standing» además de su condición de plaza financiera libre. Viene a España a hacer negocios. Bienvenido, «don Pepe».