José María Marco

Una apuesta decidida

Hace menos de un año, corrían por nuestro país los rumores más apocalípticos acerca, no ya del rescate de nuestro país, sino de la expulsión de la zona euro. Diez meses después, el rescate está descartado definitivamente y el Consejo de la Unión Europea acaba de respaldar al Gobierno en su plan para diferir dos años más los objetivos presupuestarios que la propia UE había planteado como irrenunciables el pasado verano. El Consejo es muy claro acerca de las medidas que sigue teniendo que tomar el Gobierno en pro de un déficit sostenible y en pro del crecimiento de una economía capaz de crear prosperidad y empleo. Reformas del sistema de pensiones, aumento de los impuestos indirectos y supresión de algunas exenciones fiscales, continuación de la reestructuración del sistema financiero, seguimiento de la reforma laboral y revisión de las políticas de empleo, liberalización de los servicios profesionales, simplificación de la actividad empresarial. Y más facilidades para el sector exportador e integración del mercado interior ante la descoordinación y la proliferación de las regulaciones. Todo esto es muy importante. Ni siquiera habría podido ser enunciado si el Gobierno, desde enero de 2012, no hubiera emprendido un camino de reformas en profundidad que ha suscitado la confianza de las instituciones europeas en que nuestro país es capaz de hacer por sí solo los cambios imprescindibles. Lo que Bruselas nos está indicando no es sólo, por tanto, las reformas que tenemos que seguir haciendo. Antes de eso, manifiesta la confianza de los socios europeos en nuestro país. España ha vuelto a ser un país serio, un país para hacer negocios e invertir. LA RAZÓN imaginó hace pocas semanas lo que habría ocurrido de no haber emprendido el Gobierno de Rajoy la vía reformista que ha puesto en marcha: quiebra de la hacienda, intervención, derrumbamiento de la confianza en el sistema y descrédito de las organizaciones políticas. Si alguien se cree que eso iba a solucionar algún problema, es que sigue teniendo fe en soluciones mágicas y repentinas. El Gobierno tiene ahora la primera plana, pero el protagonismo es de la sociedad española. En realidad, así como Bruselas cree en el Gobierno, éste no tiene argumentos para no confiar en la sociedad española.