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Carlos Rodríguez Braun

Una buena noticia

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La reducción de la deuda pública en noviembre es una buena noticia. Si los bancos centrales alimentaron una ola de liquidez que hipertrofió el endeudamiento privado hasta su estallido en 2007, al desapalancamiento privado ulterior se unió la combinación de políticas monetarias acomodaticias con una espectacular inflación de la deuda pública, motivada a su vez por una renuencia de los gobiernos a reducir el gasto público.

Ese gasto no disminuyó de modo apreciable, a pesar de todas las denuncias sobre un supuesto desmantelamiento del Estado, denuncias convertidas en auto-elogios si el diagnóstico era formulado por las autoridades. Al haber sido los famosos «recortes» o inexistentes o poco voluminosos, el resultado fue que, al derrumbarse la recaudación, se disparó el déficit y la consecuencia inevitable fue que la deuda pública creció como la espuma, coqueteando en España con el 100% del PIB. Allí, por cierto, se va a quedar, porque las autoridades estiman que rondará ese porcentaje en los próximos años, aunque confían en que el coste de su servicio continúe en la presente tendencia a la moderación. Si este coste se mantiene relativamente bajo, sumado al crecimiento del PIB –más alguna cocina estadística que lo aumente un poco–, es posible que esa estabilización tenga efectivamente lugar. Nótese que hablamos de estabilizar una proporción, no de que el monto de la deuda esté disminuyendo, ni mucho menos: de hecho, aumentó más del 14% interanual de enero a noviembre, y el Tesoro va a emitir este año por casi un cuarto de billón de euros, lo que representa 65.000 millones más que en 2013.

Es evidente, pues, que ninguna campana ha de doblar con excesivo regocijo, dado que todo puede salir mal. El crecimiento, por ejemplo, puede no llegar al ritmo necesario, riesgo que los propios gobernantes pueden propiciar subiendo los impuestos o las cotizaciones sociales. La falta de reformas liberalizadoras puede frenar también la recuperación, y pueden sobrevenir otros contratiempos locales o exteriores. Pero de momento, la reducción, siquiera pequeña, de la deuda pública en octubre y noviembre no aviva la inquietud sobre su sostenibilidad.