Iñaki Zaragüeta
Una cruzada radical
Poco debe creer en sus propias tesis, menos aún en reclamar grandes apoyos para las mismas, si se ve obligado a recurrir a los ambientes abertzales navarros, los mismos que han sustentado la actuación asesina de ETA durante décadas y que siguen sin condenar sus crímenes. Como se descuide, su movimiento se convierte en una yihad. Este Antonio Manuel Rodríguez ha fijado como meta sustancial en la vida arrebatar la Mezquita de Córdoba a la Iglesia mediante una cruzada obsesiva a la que, al parecer, no piensa poner límites.
A este valiente profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba no le ha dado por imponerse como noble tarea la defensa de los derechos de la mujer y combatir por instaurarlos en el mundo musulmán, por poner un ejemplo. Coincidiremos que sería un objetivo mucho más admirable que el ataque a una representación del catolicismo. No nos engañe. Las razones expresadas para acometer su periplo encierran más odio a una institución que amor por enriquecer a la colectividad. El fondo y la superficie de su campaña desprende resquemor. Olvida aquel pensamiento del poeta «nunca el rencor y la venganza proporcionan contento». Más le valdría seguir las verdades de Ganghi «no dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores». Imagino que ni se le ocurrirá tener en cuenta alguna de estas ideas que tan desprendidamente le planteo. Como digo, poco debe importarle la Historia –ni a él, ni a radicales como él– al decidir como campo de seducción las tierras navarras. Navarra, precisamente la cuna de Sancho VII el Fuerte, aquel rey determinante para la victoria de las tropas aliadas en la batalla de las Navas de Tolosa, allá por 1212, una fecha inolvidable, en las inmediaciones de la jienense Santa Elena, frente al ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad An-Nasir, para nosotros Miramamolín, cuyas cadenas no supusieron obstáculo para el monarca hasta el punto de llevarlas a su escudo.
Por más que le pese, las cosas son como son, no como quiere que sean. Lo expresé no hace mucho en otro artículo sobre el asunto. En marzo tuve la ocasión de admirar esa maravilla. Aparte de la extraordinaria conservación, a la que la Iglesia contribuye eficaz y extraordinariamente, el recinto respira una mezcla universal con sustanciales dosis de religiosidad, de catolicidad. Así es la vida.
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