Toni Bolaño

Una mayoría absoluta no son elecciones plebiscitarias

El presidente catalán, Artur Mas, se ha tomado una ducha escocesa. Ayer se desayunó con un jarro de agua fría por la derrota del «sí» en el referéndum escocés después de llevar unos días de subidón, con baños calientes a destajo, porque tocaba con la yema de los dedos la victoria de su amigo Salmond. El éxito no ha llegado pero no se da por desanimado. De hecho, ni por aludido. Escocia ya no será referente para Cataluña: para superar el soponcio, ha tirado de librillo: «quien no se conforma es porque no quiere».

Ha dado un paso atrás para coger impulso. Sólo quiere votar. De independencia no ha hablado ni un minuto. No era el mejor día, claro.

En el Parlament, CiU, ERC, CUP e IC siguen ese modelo y se arrogan la mayoría del pueblo de Cataluña. Primera lección de Escocia. Tener la mayoría en el Parlamento no es ninguna garantía de tener la representación de la mayoría del pueblo de Cataluña y, mucho menos, de ganar un referéndum.

Alex Salmond se las prometía muy felices. Tenía mayoría absoluta en la cámara escocesa y los partidos tradicionales estaban en letargo sin levantar cabeza. Y ha perdido. Mas, en cambio, no tiene la mayoría en el Parlament. Los soberanistas sí, pero CiU no. Quiera conseguirla en 2012 y fracasó. Sufrió un duro correctivo. Salmond, el ministro principal de Escocia y adalid del nacionalismo, ha presentado su dimisión por perder el referéndum. Mas tenía que haber tenido la decencia de hacer lo mismo en 2012. No lo hizo. Se puso las orejeras y se asió a la mano de ERC para iniciar un camino sin salida. Ahora está a punto de culminarlo. Será un nuevo fracaso. No será el último. Si convoca elecciones, volverá a repetir fiasco. Josep Tarradellas, el presidente de la Generalitat de la Transición, decía que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Artur Mas ha puesto de moda otro axioma. No hagas de la política una colección de fracasos y, menos, ignorarlos. La ducha escocesa tampoco le ha hecho reaccionar.