José María Marco
Una sociedad menos egoísta
El INE confirmó ayer las cifras que permitían augurar la salida de la recesión. El 0,1% de crecimiento en tasa intertrimestral se debe, según el Instituto, al repunte del crecimiento interno (un 0,4 %) y al aumento de las exportaciones, que han hecho de las empresas españolas las grandes protagonistas y las primeras responsables de un cambio que ya es algo más que una promesa.
Nada de esto habría sido posible si no hubieran emprendido reformas como las que han flexibilizado algo la sociedad española. Tampoco lo habrían sido de no haberse producido un ajuste que ha permitido empezar a reducir los gastos superfluos que parasitaban la economía y la vida de los españoles. La salida de la recesión no se está realizando mediante una expansión del gasto, como ha preconizado y sigue preconizando sin descanso casi toda la izquierda, intelectual y política. Al revés. La experiencia española demuestra que la recuperación ha sido posible precisamente por lo contrario, porque el Gobierno y la opinión pública española han comprendido que no se puede vivir siempre por encima de los propios medios.
La consolidación de la tendencia requerirá muchos esfuerzos, en particular del sector público. Muchos años, por no decir decenios, de demagogia, escasa vergüenza y mala administración han creado obstáculos casi insalvables para la creación de riqueza. Por eso es importante insistir en que la etapa en la que estamos entrando es el resultado de una toma de conciencia, por parte de la mayoría de los españoles, de que había llegado el momento de cambiar las cosas.
No era mejor una sociedad en la que hasta lo fundamental se pagaba a crédito y en la que se había perdido el sentido del valor de las cosas, es decir, en primer término, cualquier mínima noción de solidaridad. Vivir como vivimos hasta antes de la crisis era sumamente cómodo, pero lo era porque dejaba para quien viniera después el pago de nuestro tren de vida. Vivíamos encerrados en un espejismo en el que el dinero (que no se tenía) se había convertido en el único valor por el cual se medía la vida entera. Todo se resolvía con ese expediente, lo que quería decir que nada quedaba resuelto y todo quedaba postergado mientras se cultivaba la idea de que no se necesita a los demás ni se depende de ellos. Ahora que hemos empezado a salir de la recesión, volverán las tentaciones de instalarnos de nuevo en ese egoísmo, el más inhumano porque se disfraza de generosidad a cuenta del prójimo.
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