Alfonso Merlos
Unidos y vertebrados
No es que debiera ser ésta la condición deseable de la militancia del PP o la de sus cuadros dirigentes. Ésta debería ser la forma de presentarnos los españoles. Ante nosotros mismos frente al espejo. Ante nuestros socios europeos. Ante el mundo. Juntos y compactos. Convencidos de que estamos en el camino para salir del atolladero con brío y futuro. Y ésa está siendo la fijación del Gobierno: no dejar fisuras ni debilidades que sean finalmente las de los ciudadanos.
Las cosas no conviene evaluarlas por cómo empiezan sino por cómo terminan. Y esto debe aplicarse tanto a la legislatura cuyo ecuador rondamos como al curso político que despierta y madruga sin tiempo para desperezarse. Y aun así son cruciales estos primeros pasos preotoñales.
Con un Rajoy que se especializó en salvar los envenenados «match-balls» del rescate pero que ahora se concentra en acelerar los plazos y avivar los ritmos de la recuperación (¡vaya diferencia!) que difícilmente se podía presentar con la cabeza alta en los foros internacionales (¡ay, el desprestigio socialista y zapateril!) pero que ahora acude al G 20 con la vitola de liderar los esfuerzos de un país fiable, que sabe ser solvente cuando no cae en manos de politicastros, patanes y rufianes; cuando se libra de esta morralla y empieza a olvidarla.
No cabe duda de que la unidad es un valor y un activo. El PP parece encaminado a usarla como tal. No como un escudo para sacudirse la presión ciudadana sobre cuestiones incómodas. Más bien al contrario: como un músculo que pueda cargar con las pesadas tareas que hay que seguir acometiendo para salir de la crisis. Y acierta. Los españoles necesitan esa tensión y ese empuje.
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