Toni Bolaño
Unió molestay Duran también
Josep Antoni Duran i Lleida siempre ha sido la conciencia de CiU. Su «Pepito Grillo» particular. En su día, lo pagó caro. Le costó no ser el líder de la federación nacionalista en detrimento de Artur Mas. Las peores críticas le llegan siempre del «fuego amigo» y éstas han arreciado sobremanera con posterioridad al 25-N. Duran está acorralado como John Rambo cuando volvió de la guerra y el sheriff Tesle le intentó hacer la vida imposible. Su papel en Vietnam molestaba en una sociedad que se negaba a reconocer los errores del pasado. Rambo era la viva imagen de estos errores. Duran también representa la imagen de los errores de CiU después de la manifestación del 11 de septiembre.
«Unió, molesta y Duran también» escribía en su carta semanal el dirigente democristiano cuando sus análisis de las elecciones le situaron en la diana de la culpabilidad. No ha pasado ni un mes y Duran se ha convertido en el chivo expiatorio de la derrota. Los estrategas de la campaña electoral, el núcleo duro de CDC, han encontrado –Mas también– la piedra filosofal que los exime del fracaso en el escaso «ardor guerrero» de Duran en defender la independencia. Sus palabras sobre que la Unión Europea no abriría las puertas de par en par a una Cataluña como nuevo Estado son agitadas como el gran espantajo que evitó la mayoría absoluta de Artur Mas.
Para colmo, el dirigente de Unió se ha atrevido a hacer autocrítica. Ha reconocido su disgusto por el resultado electoral, ha afirmado que las elecciones no han salido bien y que no se leyó correctamente la manifestación de la Diada. Con un añadido, «CiU ha dejado huérfanos a los catalanistas no independentistas». Estas palabras junto a su posición de establecer puentes con el PP –una obviedad porque Rajoy es el presidente del Gobierno de España y CiU tiene pactos de gobierno en la Diputación de Barcelona y decenas de ayuntamientos– han servido para señalarlo como el culpable del fracaso y el traidor que pone palos en las ruedas al gran acuerdo con ERC en el nuevo gobierno que llevará a Cataluña hacia la independencia.
En esta semana, Duran ha visto como le segaban la hierba bajo sus pies. Se han manipulado sus palabras afirmando que prefiere acuerdos con el PP antes que con ERC y se han exagerado las 40 bajas en Unió como si se tratara de una escisión en toda regla. La mayoría de los que se han marchado formaban parte de grupos opositores. Incluida la más sonora, la del alcalde de Vic, Josep María Vila d'Abadal, que apenas cosechó un 20% de los votos en el último congreso. Su baja era sólo cuestión de tiempo por sus malas relaciones con Duran. Que se haya producido ahora no es una casualidad. Seguro que no apoyarlo para ser conseller de Agricultura tiene estas cosas. Incluso desde círculos nacionalistas se pone en cuestión la gestión de Duran al frente del grupo parlamentario. Nadie se acuerda que con Duran a la cabeza, CiU ganó por primera vez las generales en Cataluña hace un año. Antes de ganarlas, desde la cúpula de CDC se le ponía en la picota. Cuando ganó, las críticas desparecieron.
Por si fuera poco, Duran recibe fuego cruzado y graneado desde Madrid. Algunos círculos políticos –de derechas e izquierdas– manejaron la posibilidad de ruptura de la federación nacionalista. La postura moderada del líder de Unió dio alas a quienes pensaron que Mas podía quedarse solo ante el peligro. Duran no rompió y recibió un fuerte varapalo por quienes le acusaron de plegarse a los planes independentistas de Mas. En Madrid es tildado de nacionalista. En Cataluña, de unionista. Él se declara confederalista. Sin embargo, en momentos de blancos y negros, mantenerse en el gris es complicado. Estás acorralado. Como Rambo.
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