César Vidal

Urbano II: El Papa que llamó a la cruzada

Urbano II: El Papa que llamó a la cruzada
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A pesar de la separación entre la cristiandad occidental y la oriental, durante siglos los santos lugares fueron el destino para peregrinos procedentes de toda la cuenca del Mediterráneo. La invasión musulmana de Asia Menor convirtió esa práctica en un empeño cada vez más difícil. Finalmente, las matanzas ocasionales de cristianos a manos de musulmanes llevaron a pensar en una solución definitiva. El responsable de haberla ideado fue el Papa Urbano II. Proclamado Papa el 12 de marzo de 1088, había nacido en Châtillon sur Marne, de familia noble. Urbano II se encontró con una tensa situación frente al imperio alemán heredada de sus antecesores que le obligó a retirarse de la misma Roma. Sin embargo, logró solventar tan espinosa situación y en 1094, se encontraba de regreso en la Ciudad Eterna. Fue entonces cuando pudo llevar a cabo el proyecto que marcaría su pontificado: la predicación de una cruzada que recuperara para los cristianos los santos lugares. No se trató de una tarea fácil. Por un lado, el Imperio bizantino contemplaba con reticencia un plan que podía someter a la Iglesia de Roma a un territorio que había sido suyo a la iglesia de Roma; por otro, no era fácil reunir una expedición de aquellas características. Con todo, la predicación del Papa Urbano II provocó un auténtico reguero de euforia religiosa. La historiografía marxista intentaría explicar el fenómeno sobre la base de partidas de segundones que iban a buscar fortuna al otro lado del mar. La realidad fue muy diferente. Los cruzados no se vieron, como los conquistadores españoles del s. XVI, como guerreros en busca de nuevas tierras. Por el contrario, contaban con regresar a su lugar de origen tras recuperar los santos lugares y no dudaron en hipotecarse fuertemente para poder costear el viaje de ida. Hasta Urbano II fueron llegaron las noticias de las primeras victorias de los cruzados en Anatolia. Sin embargo, ese Papa falleció el 29 de julio de 1099, sin llegar a saber que las tropas cruzadas bajo el mando de Godofredo de Bouillon habían conquistado Jerusalén. No había logrado ver coronados sus esfuerzos, pero había creado una institución que perduraría, con mayor o menor fortuna, durante siglos.