Sociedad

Usurpación en Estocolmo

La Razón
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Contaba Charles Chaplin que cierta vez se presentó a un concurso de imitadores de Charlot, su popular e inolvidable personaje cinematográfico, y que se clasificó tercero. De tal paradoja cabe extraerse una sencilla enseñanza: los impostores cuentan con recursos para superar, y tanto, a los verdaderos. Este aparente contradiós viene a cuento del ataque sufrido el jueves por un agente de policía en Estocolmo. La impostura del atacante, que no es terrorista, según el Gobierno sueco, ha consistido en pretender actuar como el más salvaje yihadista en el sitio menos propicio de la capital sueca.

Medborgarplatsen, donde se produjo la navajada trapera al policía, es una plaza con alta significación en Suecia. Enclavada en la isla de Sodermalm, al sur de la capital, esta céntrica ubicación funciona como vestíbulo del barrio más joven, pretencioso y moderno de Estocolmo, un emplazamiento usado por los colectivos más tiernamente buenistas para reivindicar alguna letanía de derechos humanos a gusto del consumidor.

En estas fechas aún estivales –un andaluz diría otoñales y tardías–, pueden verse aún a las barbilampiñas parejas con sus carritos y a las piaras de infantes apurando en los parques infantiles los últimos días de sol antes de que todo se apague. (En la Europa septentrional, el invierno se utiliza fundamentalmente para hibernar). Días atrás, aún en pleno periodo veraniego, Medborgarplatsen estaba llena de activistas que criticaban la devolución de menores no acompañados a Afganistán y Siria. En ese contexto de reivindicación, el usurpador de terrorista ha quedado campeón en el concurso de yihadismo.