Política

Francisco Marhuenda

Valor y coherencia

Valor y coherencia
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Nunca dejó indiferente a nadie. Es una de las características de los grandes líderes. Es una de las figuras más importantes del siglo XX, ya que rompió muchos esquemas, no sólo en la política británica sino en la mundial. Es indudable que cometió errores, como todos, pero el balance de sus éxitos los eclipsa. La llamaron la «Dama de Hierro», al igual que el canciller Bismarck, el impulsor de la unificación alemana, fue el «Canciller de Hierro». Gonzalo Anes, uno de los grandes historiadores españoles, comentaba que cuando se escribe una biografía existe el riesgo de querer u odiar al personaje. Es un error, desafortunadamente, muy habitual. Thatcher, al igual que Ronald Reagan, marcaron una época al ser capaces de liderar a sus países en momentos difíciles de su historia. Lo hicieron consiguiendo recuperar el orgullo nacional. La crisis del petróleo golpeó con dureza la economía mundial y Estados Unidos sufrió las consecuencias de la derrota en Vietnam. El panorama era complicado, pero Reagan consiguió dar un vuelco y su país no sólo se recuperó sino que se convirtió en la única superpotencia. La situación en Gran Bretaña era compleja, porque estaba inmersa en una grave crisis económica y social.

A esto se une un sentimiento de decadencia por la pérdida de su papel internacional. El viejo orgullo imperial había sido sustituido por una angustiosa melancolía. La llegada de la «Dama de Hierro» fue un revulsivo en todos los sentidos. Tras su paso emergió una nueva Gran Bretaña, que había recuperado su papel mundial y que era una las naciones más dinámicas en el terreno económico. Era la primera mujer que se convertía en primer ministro y liderando, además, el Partido Conservador. Una política que venía de la clase media y sin apellidos ilustres como sus antecesores «tories». Era el revulsivo que necesitaba Reino Unido. La fortaleza de su carácter y la claridad de sus ideas hicieron que en poco tiempo resurgiera el viejo espíritu que había construido uno de los grandes imperios de la historia. Ahora es fácil culparle, décadas después de dejar el poder, de ser una de las responsables de la crisis actual. Es un planteamiento inconsistente porque sus políticas condujeron a que la economía de su país fuera competitiva. Hizo frente a los retos con valentía y los superó con éxito. Lo hizo frente al terrorismo del IRA o la disparatada invasión de las Malvinas por la dictadura argentina. Thatcher fue una política vocacional y con principios muy sólidos, que permitieron salvar a su país de un lento pero inexorable declive. Por ello, los británicos la querían y la respetaban, incluso los que no coincidían con ella. Un estadista tiene que gobernar con una hoja de ruta clara y asumiendo decisiones difíciles sin importarle el desgaste electoral. No se puede gobernar a golpe de encuesta o intentando complacer a todos, porque las consecuencias son siempre desastrosas. La política no es un concurso de popularidad sino un ejercicio de coherencia y responsabilidad. La «Dama de Hierro» lo fue hasta el final de sus días.